David Barrientos
Los impactantes y desgarradores relatos referentes a los abusos contra la niñez suenan a colmo de la crueldad; se ha vuelto más común, se conoce más de los mismos o una combinación de ambas situaciones, pareciera que en el mundo hay cada vez más insensibilidad humana y social. La Organización Mundial de la Salud, señala que al respecto la prevalencia global se centra en: maltrato físico, emocional, abuso sexual, descuido, trato negligente, explotación comercial, u otro tipo de trato que dañe su salud, supervivencia, desarrollo y dignidad; en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder. Una realidad que debemos enfrentar con rigurosidad, de lo contrario estamos fallando todos a las niñas, niños y adolescentes que están siendo víctimas invisibles de tales agresiones por parte de un adulto.
El compromiso es de todos, debe movernos la conciencia humana; garantizar y proteger los derechos humanos de la niñez es una tarea que se extiende a lo personal, jurídico, cultural, psicológico y a la salud. Estos casos ocurren en silencio, dejan huellas dolorosas y muy difíciles de borrar, destruyen proyectos de vida, provocan muertes silenciosas y a pausas, manipulan la confianza de sus víctimas y dañan a la niñez que no puede defenderse, por eso es el peor de los abusos; abordar, prevenir, denunciar y detener estas transgresiones es responsabilidad de la familia, la sociedad y del Estado, en fin, de todos los adultos; o estamos siendo parte de una sociedad cobarde e indiferente. El silencio, el secreto, la falta de información, los prejuicios y la vergüenza solo trabajan en favor del cobarde abusador.
Guatemala por su parte ha dado un paso contundente en este tema, con la suscripción de un convenio interinstitucional que crea el Modelo de Atención Integral de la Niñez y Adolescencia conocido como “MAINA”, liderado por el Ministerio Publico, e integrado en la actualidad por doce instituciones que suman esfuerzos en favor de las víctimas de ese tipo de violencia; instancia creada para brindar una respuesta rápida integral y diferenciada a las víctimas y a sus familias, facilitando la investigación; presta sus servicios en instalaciones adecuadas y con personal especializado para no exponer a las víctimas a declarar frente a su agresor, quien en muchas ocasiones resulta ser un familiar; esto en un circuito interinstitucional a favor de la niñez, que ha permitido completar investigaciones en 48 horas, lo que ha dado lugar a que ocho de cada diez niños desaparecidos sean localizados con rapidez.
Este modelo interinstitucional es único a nivel latinoamericano y empieza a dar resultados; la policía guatemalteca registra en enero pasado capturas como resultado de este esfuerzo; en tal sentido, la ampliación y regionalización de estos circuitos contribuirán con una justicia pronta y cumplida, que además fortalece la cultura de la denuncia. El reconocimiento internacional que ya acredita es importante, pero es más sustancial el empeño decidido y el compromiso adquirido por los involucrados en el instrumento, más el apoyo de la sociedad en general, independientemente del credo, ideología y condición que nos acreditemos, ¿no creen?