Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

El revuelo causado por la nueva política a la que nos obliga WhatsApp al cambiar los términos de privacidad es un llamado por enésima vez a vigilar nuestros derechos y a reclamar a las grandes empresas que no lucren con nuestra información reduciéndonos a objetos de consumo con la que erigen sus emporios financieros.

El problema es que las redes sociales en general son cada vez más puntos de ventas donde se ofrecen productos de consumo en virtud de la atención que les prestamos durante nuestras jornadas diarias.  Es un intercambio que al parecer no hemos comprendido del todo: Facebook, por ejemplo, nos ofrece un espacio “gratuito” de esparcimiento donde compartimos fotos e información propia a cambio de las utilidades que obtiene a través de la venta de publicidad a empresas que se promocionan en ese espacio virtual.

Desde esa perspectiva es que la empresa de Zuckerberg con la nueva política, que estamos obligados a aceptar si queremos seguir usando WhatsApp, desea compartir los datos de los usuarios de la aplicación con el resto de los servicios de Facebook.  Es una gestión con la que se mejoraría el perfil de los usuarios con propósitos de apuntalar las utilidades a través de las ventas.

Al CEO de Facebook, en consecuencia, no le interesa tanto nuestras conversaciones privadas como el registro que dejamos que pueda orientar nuestras preferencias para la oferta de productos.  Los datos que dejamos, contenidos también en nuestras fotos, son el oro para seguir vendiendo y aumentando sus ya ingentes ingresos.  Por eso es que el acceso a la red es solo en apariencia “gratis” porque al final nuestros datos personales son su petróleo.

Pero mientras en esta parte del hemisferio somos demasiado generosos con las empresas que lucran con nuestra información, Europa tiene políticas más restrictivas.  Así, en este caso particular de WhatsApp la nueva idea de Zuckerberg no les aplica.  Tanto Europa como Reino Unido impiden que la aplicación de mensajería intercambie información con Facebook.

En resumen, los chats siguen estando a salvo para todos.  Facebook no puede leer lo que escribimos pues WhatsApp utiliza el cifrado de extremo a extremo.  El tema es el uso de los datos que vamos dejando al utilizar la aplicación de mensajería instantánea compartida ahora con Facebook, según nuestra pretendida anuencia dada la amenaza de expulsión, con fines de mejorar sus campañas publicitarias para ganar más dinero.

Debemos ser conscientes del costo de usar las redes de la compañía que agrupa Instagram, Facebook, Messenger y WhatsApp.  Reconocer que no es un espacio inocente donde compartir fotos y datos personales.   Mark Zuckerberg quiere seguir afinando los algoritmos para determinar nuestros perfiles y de ese modo vendernos, controlarnos y dirigirnos.  Se trata también, a más largo plazo, de influir en las decisiones y manipularnos a mansalva.

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