Max Araujo
Escritor

Entre los escritores chiapanecos que conozco, con quien tuve amistad cercana fue con Eraclio Zepeda. Compartí con él en Chiapas, Guatemala y París. Lo primero que me contaron cuando recién lo había conocido, con ocasión de uno de los encuentros de intelectuales entre Chiapas y Guatemala, en Tuxtla, a fines de la década de los años ochenta, es que había actuado en una película como Pancho Villa, y que había combatido en Cuba, a principios de los sesenta contra la invasión de cubanos en el exilio. Un prestigio de héroe lo acompañaba. Era un conversador ameno. Las narraciones orales le brotaban de manera espontánea. Casi siempre lo vi acompañado de Elba Macías, su esposa. Él fue cuentero, cuentista y novelista. Ella poeta.

La primera vez que vino a Guatemala fue encabezando una delegación de mexicanos, entre ellos la propia Elba, Juan Bañuelos, Oscar Oliva y Carlos Monsiváis, al Encuentro Centroamericano de Escritores que la recién creada Comunidad de Escritores de Guatemala organizamos con el apoyo del Ministerio de Cultura y Deportes, en 1988, en el Paraninfo Universitario de la USAC. En esa ocasión leyó una carta de solidaridad para con el evento que le entregó días antes Luis Cardoza y Aragón. Dos anécdotas tengo de ese evento. Una cuando recorriendo las calles de La Antigua Guatemala expresó ¡Estamos en la capital de nuestro vos! Se refería al habla común que tenemos los originarios del sur de México y los chapines. Enseguida agregó: ¡los guatemaltecos y los chiapanecos somos plumas de la misma ala!, y la otra anécdota cuando al ojear el original de la obra de Bernal Díaz del Castillo, en el Archivo de Centroamérica, unas lágrimas brotaron de sus ojos.
Dos anécdotas más se relacionan de cuando lo invitamos, ya en los noventa, para que fuera jurado de uno de los certámenes. No recuerdo si fue del Premio de cuentos Carlos F. Novella u otro. En esa oportunidad lo llevamos con William Lemus, en uno de los atardeceres de uno de los días en los que estuvo con nosotros a cenar a la carpa de la Hacienda de los Sánchez, en esa época en una esquina la zona 10, frente al edificio Géminis, cuya característica especial es la escultura en metal de Luis Díaz, que se encuentra al ingreso de su vestíbulo. A los pocos minutos de nuestro arribo al restaurante llegó René Villegas Lara, otro de los comensales, a quien habíamos participado del agasajo porque tenía deseo de conocer a Eraclio.


Villegas puso como ofrenda, sobre la mesa respectiva, una botella de Chivas Regal. Inmediatamente Zepeda nos indicó ¡nos ponemos de pie! ¡A esa botella se le hacen honores! Orden que acatamos inmediatamente. Ya sentados, mientras esperábamos los asados, nos narró lo siguiente: “Cuando a Miguel Ángel Asturias le dieron el premio Nobel yo me encontraba en Suecia, por lo que una mañana lo fui a visitar al hotel donde se encontraba para felicitarlo. Miguel Ángel me recibió con mucha alegría porque me dijo que los dos éramos mayas, y me pidió como un favor especial, con esa voz grave y característica de él, que lo acompañara a hacer un mandado. Entró a su habitación y salió con una bolsa cerrada, que llevaba en su mano derecha, con un contenido que no me dijo que era. Nos dirigimos a un lugar que yo no conocía, que resultó ser el zoológico de Estocolmo. Ya ahí se acercó a una jaula y me dijo: mirá a mi paisano, lo saludé ayer, está muy triste, es un zopilote chapín, que a saber desde cuando está aquí, solito, sin sus costumbres, sin amigos, por lo que abrió la bolsa y le tiró el contenido. El zopilote comenzó a “aletear” de alegría porqué descubrió que era mierda de Guatemala”. Como buen cuentero se inventó la historia en ese momento, a la que le imprimió ritmo, gestos y modulaciones de voz. Ni estuvo en Estocolmo, y menos habló con Asturias. Yo aproveché esa narración típica de un cuentero como Eraclio para contarle de cómo en una ocasión, para una reunión que tuvimos en la Peña de los Charango varios integrantes de la Asociación Módulos de Esperanza, entre ellos su fundador, el sacerdote y escritor Ramón Adán Stürtze, más conocido entre los lectores del desaparecido El Gráfico, de Guatemala, como Víctor Pabsch, me aproveché para que Luis Alfredo Arango nos leyera en voz alta algunos de sus poemas del zopilote biónico, entre ellos el que dice que zope que vuela muy alto siempre regresa a comer lo que ustedes ya se imaginan. Arango se sorprendió de la petición pero yo llevaba para esa ocasión ese poemario, por lo que Luis Alfredo no se pudo negar.
En ese mismo viajé, a Guatemala, un sábado por la tarde, llevé a Eraclio de visita a la casa del mismo poeta Arango, y ahí en el pequeño estudio que el poeta tenía vio una fotografía y le preguntó ¿porque tienes una foto de Pancho Villa en tu casa? Luis Alfredo le contestó es mi abuelo, a quien no conocí, murió un año antes que yo naciera. Yo me llamo igual que él. Eraclio le dijo, es increíble, era idéntico a Villa. En ese momento no recordamos que el nombre verdadero de Villa era Doroteo Arango. Nos dimos cuenta posteriormente.
Y la última anécdota sucedió en París, cuando en el año 2001 Otilia Lux de Cotí, Ministra de Cultura y Deportes, me envió para que participara en una de las reuniones del Comité Jurídico de la Unesco, que por esos días analizaba el contenido del proyecto para la emisión de la Convención de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, que se emitió posteriormente en 2003. Tuve el privilegio de anunciar, ya en ese año el voto favorable de Guatemala. Sucedió que, en ese 2001, nos encontramos en el primer día de las reuniones, yo entraba a una de las salas del organismo y el salía. Al verme me abrazó y me dijo qué hacés por aquí, le conté de mi misión y el me manifestó que era el embajador de México ante UNESCO. Me contó entonces que su país propondría a la marimba como obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad, -categoría que posteriormente cambió el nombre a patrimonio inmaterial de la humanidad-, por lo que me invitó para que Guatemala apoyara esa propuesta. Le prometí que se lo sugeriría a la ministra. Lo hice a mi regreso y nuestro país se sumó a la candidatura. Lamentablemente la Marimba no fue tomada en cuenta para la declaración de ese año. Años después en una visita que hizo el exdirector de la Unesco, el señor Koichiro Matsuura, nos explicó que no se aceptó porque la marimba no es especifica de un país o de una región, ya que es una expresión en diversos países.
Eraclio Zepeda, uno de los escritores mexicanos más importantes de los últimos años, quien tuvo presencia en la política y en la vida cultural de su país y especialmente de Chiapas, vino a Guatemala por última vez, en julio del 2015, invitado por los organizadores de la FILGUA de ese año. No lo pude ver. No me encontraba en la ciudad de Guatemala. Los que le saludaron me contaron que ya estaba muy enfermo. Falleció el 17 de septiembre del 2015.

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