Por RAF CASERT y JILL LAWLESS/AP
Luego de meses de negociaciones y casi en el último minuto, Gran Bretaña y la Unión Europea lograron un acuerdo provisional de libre comercio el jueves que deberá evitar un caos en Año Nuevo para las aduanas y dando algo de estabilidad al panorama empresarial luego de años de torbellino por el Brexit.
Con apenas una semana hasta la separación final del Reino Unido de la UE, el gobierno británico dijo que «el acuerdo está listo».
Aseveró que es «el primer acuerdo de libre comercio basado en cero aranceles y cero cuotas que haya sido logrado con la UE».
«Hemos recuperado el control», declaró el primer ministro Boris Johnson, que colocó una foto suya sonriendo y con los pulgares alzados.
Era palpable el alivio en ambas partes.
«Finalmente hemos encontrado un acuerdo. Fue un camino largo y sinuoso, pero conseguimos un buen acuerdo», dijo la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen. «Es justo, es equilibrado y es lo adecuado y responsable por ambas partes».
El acuerdo asegura que las dos partes pueden seguir comerciando sin aranceles ni cuotas. Pero pese al progreso, aspectos claves de la relación futura entre el bloque de 27 naciones y su antiguo miembro siguen inciertos.
Ahora los parlamentos británico y europeo deberán votar sobre el acuerdo, aunque lo último pudiera no ocurrir hasta que el Reino Unido salga del área económica de la UE el 1 de enero.
Meses de negociaciones tensas redujeron gradualmente las diferencias entre las dos partes a tres asuntos claves: reglas de competencia justa, mecanismos para resolver disputas futuras y derechos pesqueros. Los derechos de los barcos europeos a pescar en aguas británicas fueron el último obstáculo hasta resolverse al final.
Johnson había insistido en que el Reino Unido prosperaría «poderosamente» incluso si no se llegaba a un acuerdo comercial con la UE en los términos de la Organización Mundial de Comercio. Pero su gobierno había reconocido que una salida caótica muy probablemente causaría un atolladero en los puertos británicos, escasez temporal de algunos productos y aumentos de los precios de alimentos.
La UE temía que Gran Bretaña socavase las reglas europeas sociales, ambientales y de ayuda estatal tras el Brexit, volviéndose un rival de poca regulación. Londres ha negado planear estándares más débiles, pero insiste en que continuar siguiendo las reglas de la UE debilitaría su soberanía.