Arlena Cifuentes

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El Adviento es el tiempo en que los cristianos practicantes nos preparamos de manera espiritual para la venida del hijo de Dios, de Jesús nuestro redentor. Por tanto somos llamados a estar vigilantes, atentos. Este año el Adviento se inició el pasado domingo y terminará en las vísperas de Navidad, el jueves 24 de diciembre en un contexto en el que el mundo intenta sobreponerse a los estragos causados por la pandemia que aún no se supera y de la cual nuestro país no escapa ya que se viven momentos críticos debido no solo a la llegada del covid19, sino también al desgobierno en que vivimos como consecuencia de los graves errores cometidos por Alejandro Giammattei y su equipo quienes nos han llevado a una crisis institucional nunca antes experimentada en la que ha quedado demostrada su incapacidad para gobernar: el abuso de poder, la prepotencia, el autoritarismo y la corrupción que prevalecen en una interrelación de intereses y complicidad entre los tres poderes del Estado y cuyos objetivos parecieran estar dirigidos no solo a reprimir a los habitantes que manifiestan su descontento sino a condenar a las mayorías a niveles de vida infrahumanos.

Es por ello que hoy más que nunca debemos estar vigilantes: ver con los ojos del alma nuestro entorno, nuestro derredor; esa cruda realidad que muchas veces nos resistimos a aceptar.

En su homilía de este primer Domingo de Adviento el Papa Francisco manifiesta “Ven, Señor Jesús, te necesitamos. Acércate a nosotros. Tú eres la luz: despiértanos del sueño de la mediocridad, despiértanos de la oscuridad de la indiferencia. Ven, Señor Jesús, haz que nuestros corazones distraídos estén vigilantes haznos sentir el deseo de rezar y la necesidad de amar”. Vigilantes, atentos con lo que sucede en nuestro país, atentos a los más necesitados, del alma y del cuerpo, de los abandonados. También dice el Santo Padre “Hay un sueño peligroso: el sueño de la mediocridad. Llega cuando olvidamos nuestro primer amor y seguimos adelante por inercia, preocupándonos sólo por tener una vida tranquila, pero sin impulsos de amor a Dios… nos volvemos mediocres, tibios, mundanos. Y esto carcome la fe, porque la fe es lo opuesto a la mediocridad: es el ardiente deseo de Dios, es la valentía perseverante para convertirse, es valor para amar, es salir siempre adelante”. (Vatican News).

En su documento sobre el “Adviento” fray Carlos Cáceres OP, nos dice “Este tiempo litúrgico hoy más que nunca debe predicarnos de la mano de Marcos a construir la confianza en el Dios de la Vida. Quien viene a sanar y a sanear la historia de las pandemias que aquejan al ser humano de todos los tiempos. Este tiempo, es una encrucijada a nuestra fe ¿Creemos en el Dios que lo hace todo por nosotros o creemos en el Dios de Jesús que nos pide una fe más profunda y real ante las circunstancias que ponen en entredicho nuestra fe piadosa y milagrera?”

“El Adviento en esta coyuntura nos viene al dedo: pues necesitamos vivir la esperanza en este período de desánimo, miedo, fracaso que experimentamos y ella consiste en creer que es posible algo que en este momento no vemos ni por asomo… También la esperanza como verdad teologal debe construirse en humildad, solidaridad, compasión, confianza, paciencia, vigilancia, fortaleza, resiliencia y compromiso…”

“Adviento es un tiempo propicio y en medio de este caos, se relatará de nuevo la más antigua y bella historia de la Navidad que acoge en un mundo adverso a aquel Niño que vuelve a dar esperanza a todos los tiempos. Por eso, este caos tiene esperanza, allí los cristianos debemos ser expertos en predicarlo.”

El título está tomado de la homilía del Papa del pasado domingo en donde incluye esta cita de San Agustín.

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