Julio García-Merlos G.

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Julio R. García-Merlos

La corrupción está arraigada en el imaginario social guatemalteco, esta se combate con decisiones personales, con pequeños actos de integridad en el día a día.

Se acercan las fiestas de fin de año, vienen las celebraciones familiares y aumenta el consumo de alcohol. Con todo esto viene una situación particularmente común en nuestro entorno, numerosos operativos de la Policía Nacional Civil para verificar que quienes conducen vehículos automotores no lo hagan después de haber ingerido bebidas alcohólicas.

De acuerdo con nuestro ordenamiento jurídico, la persona que conduce un vehículo bajo efectos del alcohol es responsable por el delito de responsabilidad de conductores; si los agentes verifican esta situación, corresponde que aprehendan al ciudadano y que lo pongan a disposición de juez competente a la brevedad. Sin embargo, la escena que describiré en estas líneas es la típica situación en la que se da la corrupción.

En el escenario que planteo policías y ciudadanos buscan “otras formas” para resolver el asunto, en el que se benefician personalmente, en detrimento del estado de derecho. Se dice comúnmente que los policías salen a buscar su “navidad” y a la vez hay ciudadanos que se exponen a tal situación al violar la ley. Si se da una detención, el agente le explicará al infractor que debe conducirlo ante un juez, sin embargo, no lo hace inmediatamente, le da oportunidad para ver si este toma la iniciativa de sugerir una mordida a cambio de que lo dejen en libertad. Unos suplican clemencia, otros ofrecen plata y hay quienes comienzan a vociferar con arrogancia indicando que ellos son alguien, conocen a alguien o insultan a la policía. En cualquiera de estos casos, ya estamos en una situación en la que difícilmente prevalecerá la ley. Esta historia probablemente terminará en que la policía lleva al conductor a un cajero automático a sacar dinero, le roban lo que lleve o lo golpean porque la situación se salió de control.

Hay historias de historias, por lo que no se puede generalizar, sin embargo, la corrupción descrita es parte de una cultura de irrespeto a la ley y de irresponsabilidad. Muchos se indignan de lo corruptos que son los policías, pero omiten analizar que para que esa corrupción persista, existen miles de corruptores que a diario toman parte en este circulo vicioso.

Esta situación se repite en nuestro país en muchos campos, los agentes de aduana que buscan excusas para impedir el ingreso de alguna carga al país, u otros funcionarios que abusan de su poder retrasando trámites con tal de obtener ganancias ilícitas. En estos esquemas de corrupción siempre existen dos caras; se necesita del consentimiento perfecto de dos personas, corruptores y corruptos.

Para cambiar nuestro país debemos comenzar por nosotros mismos, no se exponga, trate de hacer las cosas bien, si puede, evite ponerse en manos de la arbitrariedad de algunos malos funcionarios. Está en cada uno de nosotros romper esos círculos viciosos.

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