Mariela Castañón

mcastanon@lahora.com.gt

Licenciada en Ciencias de la Comunicación, once años de ejercicio periodístico en la cobertura de niñez, juventud, violencias, género y policiales. Becaria de: Cosecha Roja, Red de Periodistas Judiciales de América Latina, Buenos Aires, Argentina (2017); Diplomado online El Periodista de la Era Digital como Agente y Líder de la Transformación Social, Tecnológico de Monterrey, México (2016); Programa para Periodistas Edward R. Murrow, Embajada de los Estados Unidos en Guatemala (2014). Premio Nacional de Periodismo (2017) por mejor cobertura diaria, Instituto de Previsión Social del Periodista (IPSP). Reconocimiento por la "cobertura humana en temas dramáticos", Asociación de Periodistas de Guatemala (2017). Primer lugar en el concurso Periodístico “Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes”, otorgado por la Asociación Pasmo, Proyecto USAID (2013).

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Mariela Castañón
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Jairo Jefferson Barrios Yantuche, murió el día de su cumpleaños, el 18 de enero de 2011. Él era piloto de un bus de las rutas Quetzal, una de las tantas empresas asediadas por grupos de extorsionistas. El último hálito de vida lo recibió su esposa, Blanca Salazar.

En junio de 2015, llegué a la Asociación de Viudas de Pilotos, para encontrar una historia, que nos permitiera como sociedad, dejar de percibir las muertes violentas en el país como algo normal, a lo que lamentablemente nos hemos acostumbrado.

Ese día hubo una actividad de apoyo para las viudas. Me senté un momento y observé alrededor. Había varias señoras en el lugar, pero decidí acercarme a doña Blanca. Le expliqué mi intención de escribir sobre las consecuencias de la violencia en los hogares guatemaltecos. Le pregunté sí podía entrevistarla y publicar su historia. La señora amablemente atendió mi solicitud.

Al principio doña Blanca se mostró tranquila y empezó a relatar el acontecimiento. Me dijo que su esposo, Jairo Barrios, perdió la vida el día de su cumpleaños, frente a su casa. Ese día no saldría a laborar y solo entregaría las llaves del vehículo al ayudante.

A medida que la señora Blanca avanzaba en su historia, las lágrimas escurrían sobre su rostro. Me sentí conmovida porque ella transmitía un dolor muy profundo. Le pregunté si podía continuar, me dijo que sí. Dentro de mí pensaba sobre la necesidad que tienen estas mujeres y sus hijos de recibir apoyo psicológico permanente.

“Yo todavía estaba durmiendo cuando escuché los disparos, pero pensé ¿quién vendría a quemarle cohetes a Jairo tan temprano? Me senté y ya no escuché bulla. Me cambié y fui a lavarme la cara, cuando regresé la puerta estaba abierta. Jairo estaba tirado, con sangre en la boca. Yo lo senté y le dije Jairo ¿quién te hizo esto? Él quería hablar, pero empezó a salirle sangre. Yo le dije Jairo no te vayas y él solo me dijo mis hijos. Yo le dije, te juro que voy a cuidarlos y defenderlos hasta con la vida si es posible”, relató doña Blanca.

La viuda dijo que había llorado mucho tiempo frente al cadáver de su esposo. Después se desmayó. Su familia se encargó de esperar en la morgue para que les entregaran el cuerpo de su esposo; cuando Blanca estuvo consciente el cuerpo ya estaba en su casa. Apenas si podía creer lo que había sucedido.

“Yo lo miraba a él y pensaba que eso no era cierto, que no estaba muerto. Me afectó mucho, después de eso todos me preguntaban si yo había visto algo, pero yo no vi nada”, relató.

La violencia en los buses ha dejado centenares de muertes y con ello, ausencias físicas y afectivas que impactan en la vida de las viudas y de la niñez, que queda huérfana.

Los expedientes son tantos que se acumulan anualmente, mientras tanto la justicia demora y las heridas de los deudos siguen abiertas.

Que en paz descanse el señor Jairo y tantas personas que han perdido la vida a causa de la violencia. Que la paz y la justicia restauren el dolor de las familias. Que como sociedad no seamos indolentes ante estas tragedias humanas.

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