Flaminio Bonilla

post author

Flaminio Bonilla Valdizón
flamabonilla@gmail.com

En la Antigua Grecia, en la filosofía los efebos eran niños o niñas de 14 a 18 años; los efebos necesitaban un mentor, en lo general era un hombre maduro y algunas enseñanzas. A veces las relaciones entre efebos y algunos mentores, entablaban una relación sexual para un aprendizaje. Este “pequeño cuento” la inspiración en este Siglo XXI, en un país tropical y montañoso. Había un soberano Rey y también un Príncipe. Esas babosadas y muchas pajas, son narrados hoy en el año 2021, por un cuenta-cuentos famoso por sus diabluras, a sus avispados y “chispudos” nietos y sobrinos. En este Reino, la vida era todo color de rosa.

El nombre del Rey era ALEX y del Príncipe era Micky, lo cierto Rey y Príncipe se enamoraron con un romance idílico, parece una novela romántica un realismo con realidad intelectual social erótico. El Príncipe era un efebo y el Rey un mentor hombre maduro era un “anciano”. Los dos hombres eran ególatras, abusivos, insolentes, mentirosos, altaneros y presuntuosos. Ya terminó el cuento, el Rey se hizo un esclavo del mancebo del efebo. Príncipe y Rey eran unos genios ¡unos Chicago boys se quitaron el sombrero! En fin, el Príncipe de nuestro cuento, era el talento de la política y un astuto que se las sabía todos; era un estadista y gran líder. Nuestro personaje, por una corte de aduladores, lambiscones, serviles de aquellos que siempre dicen sí y aplauden todas las ocurrencias del Príncipe.

Y aquel Príncipe y se creía que él era lo mejor que había producido en este siglo, que sus ideas eran las mejores, que sus políticas económicas eran las más acertadas, que el beneficio social que estaba logrando para las clases desposeídas, hay mucho de medicinas para los de pacientes en los hospitales, se debía a que su Ministra de Salud y con el Director de la Comisión, que habían implementado maravillosos planes de medicina preventiva con geopolítica de la Pandemia del Covid-20, con 3 vacunas: uno de China, otro para el Reino Unido y otro de Estados Unidos. Este Reino del Rey y del Príncipe, no tiene ninguno muerto en la pandemia. Luego que la abundancia de dinero en las arcas nacionales era consecuencia de unas “pensadotas” de sus ministros de Finanzas y Economía.

Ya me salí del relato caí en el análisis y en la crítica política, que en aquel entonces recuerdo que le gustaba tanto a un Óscar Clemente de apellido Marroquín, a un Mario Alberto de apellido Carrera, un Tono de apellido Sandoval Samayoa. Pero sigamos luego de esta digresión, que lo que interesa del cuento es situar a los ilustres personajes del Gabinete, a esos brillantes “Ministrazos”, en sus intervenciones sobre el mensaje del 15 de septiembre por la Independencia de 1821. El primero en tomar la palabra fue quien se encargaba que la Cultura, y dijo así: «Mi Príncipe, la elocuencia de su mensaje no tiene parangón en la historia de nuestra del Reino ninguna otra pieza oratoria. ¡Es una epístola! Su facundia son únicas, ya que con toda seriedad y objetividad dijo al Pueblo, lo que ya todos sabemos, que esta Nación es grande; que sus niveles de desarrollo son altísimos, que el producto interno bruto y el crecimiento económico son increíbles, que los bolsillos de los ciudadanos se han engrosado con un mayor ingreso per cápita, que aquí jamás se dará un estallido social, que los niños están gordos de tanto alimento. En fin, mi Príncipe, usted al igual que nosotros y que toda la Nación, sabemos que este es el PAÍS DEL ETERNO COLOR DE ROSA”. Pero la verdad, en este su ejercicio sucedió de todo en su país, mucha corrupción, impunidad y podredumbre. En los cinturones de miseria de la metrópoli de su País y en el interior del Reino, siguieron viviendo 10 millones de miserables, que no podían tener techo, comida, educación y vestido.

Vinieron los aplausos y pasó el turno al hombre de la Economía, quien manifestó que se adhería a su antecesor y que pedía más y más aplausos; luego el hombre de la Finanzas ¿pero todos dicen dónde está el dinero esos millones? ¿Dónde están en quetzales o dólares o “Dracma” en Grecia?, pero el señor del dinero no dio puras pajas. Siguió luego el Ministro encargado del buen estado de las carreteras, quien lógicamente se adhirió a sus antecesores en la palabra, aprovechando para elogiar el mantenimiento de la red vial. Quien dirigía la vida laboral de los ciudadanos, se adhería a sus compañeros y agregaba que estaba satisfecha porque los salarios mínimos se habían vuelto los máximos.

El turno es del hombre que le había dado una increíble seguridad a los ciudadanos, al responsable que en ese entonces se pudiera circular por todos los lugares y a todas horas, ya exterminio de las maras, de los secuestradores, de los robacoches; ya no hay drogas, ni cocaína, ni mariguana, ni anfetaminas. La policía y los militares les dieron fuego incendio a todas las drogas y con los Jets, y todos los narcos están en la cárcel; gracias al Príncipe no hay narcotráfico. Este, consecuentemente se unía a sus colegas de los Ministerios, en el elogio y proponía entusiasmadísimo que en ese mismo momento se rindiera un homenaje al Príncipe, saliendo una manifestación de Palacio.

El encargado de la Defensa de la Nación estaba absorto con las manifestaciones de sus colegas civiles, pero no dejaba de pensar en la PAZ, PAZ, PAZ. Quien manejaba los asuntos foráneos, le auguraba al Príncipe que al dejar el solio del Reino, le esperaba un futuro con proyecciones internacionales su carisma y su batallar por los derechos humanos, le situaba como el más viable y seguro candidato a dirigir a las Naciones del Mundo. En fin mis queridos nietos y sobrinos, siguió la tempestad de frases vanas, serviles y tan humanas, que sirven de chaqueta y soba levas, de lisonja y coba, de mediocridad y vasallaje, pero que hacían las delicias de nuestro personaje. Se brindó por la vida, por la Paz, por los derechos humanos, por la privatización, por las Iglesias, por la cultura, por la educación, por los hospitales, por los «huesos ministeriales», pero sobre todo por la larga vida del Príncipe. Pero el Rey tendrá el manotazo anarquía final, al Golpe.

Viva el VIRREY, viva el VIRREY, viva el VIRREY. Que viva a GUILLY que viva a GUILLY. Al final todos echaron un ¡Siquitibin a la Bin Bon Ban, a la Bio, a la Bao, a la Bin Bon Ban, el GUILLY, el GUILLY, Ra, Ra, Ra!

Y colorín colorado este cuento no se ha acabado.

Artículo anteriorHonor a jóvenes e intelectuales universitarios
Artículo siguienteNueva Normalidad y la Encíclica Fratelli Tutti