Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz Lemus

Se siente más solo cuando está con alguien, lo vive con mucha presión; de ahí que sea evitativo, miedoso, y se esconda para no tener confrontaciones. Se va a una esquina para impedir que pase algo y con eso logra alguna sensación de seguridad y consigue que no pase nada, pero no repara en que a su vida no le pasa nada. Parece un niño cubriéndose los ojos para que nadie lo vea.

Para consolarse, se dice a sí mismo que nadie se muere de ganas, y que es más fácil que se mueran los que se las quitan, lo que visto fríamente no es insensato. Pero se convirtió en su propia cárcel, y no se atreve a buscar un punto medio que le ayude a vivir sin necesidad de portarse como si no existiera.

Dice vivir el aquí y el ahora, rechazando al pasado; lo que es tan erróneo como querer vivir en el allá y el entonces sin encarar el presente. Ignora, o prefiere ignorar que cada humano es un todo, que del pasado viene la experiencia que da la historia y en el presente se escriben los nuevos hechos.

Como cualquier niño fue dependiente, quería que lo amaran. Cuando le llegó la edad de la identidad, apenas pudo soltar a medias esa necesidad, y no acepta que solo el amor propio lo puede llevar a una libertad plena donde prodigarse y aceptar ser amado.

Llora cuando se conecta con sus sentimientos, principalmente la ira, que solo es tristeza disfrazada y acumulada hasta explotar. Su forma de ser lo hace tocar fondo en pésimos escenarios y aunque todo lo aberrante que ha hecho no ha sido siempre por malicia, no se compromete con la búsqueda de su naturaleza inconsciente.

No es tonto, entiende racionalmente que el camino es conocer su interior para no destruirse y atreverse al exterior; y que de la conciencia de sus condiciones ignoradas puede surgir alguna fuerza menos egocéntrica y más trascendental para vivir. Pero entender parece no ser suficiente y sigue estancado.

Al sufrimiento lo resiente como un golpe al orgullo, otra cara de su egocentrismo. Se culpa a sí mismo, se siente defectuoso, marcado y ajeno a su grupo de iguales y es entonces cuando más solo se siente. Por ratos entiende que a todos les pasa lo mismo, que no es único, que solo es uno más, y eso le anima a querer volver a su tribu con humildad e identidad de ser humano; pero el impulso no le dura mucho, todo se le olvida y vuelve a recaer.

Su mente es concreta, de ideas preconcebidas y prejuiciosas. No valora las cosas importantes, y es de los que cuando piensan en una relación piensan en sexo. Se esconde en una promiscuidad cualitativa de relaciones anónimas y compulsivas que le ayudan a no comprometerse con la intimidad, viviendo una suerte de desproporción céfalo pélvica de sexo sin sentido. En el fondo tiene mucha resistencia a dar crédito a la amistad y al amor; tal vez porque busca escapar de lo que no conoce.

Todo en él redunda en pereza. Le es más atractivo lo presuntamente obvio que la verdad que no se esfuerza por encontrarla en las pequeñas cosas. Es pasivo, pero no por eso menos agresivo. Cree en chismes y condena a inocentes, principalmente gente vulnerable y fácil de señalar.

Todo en él parece ser del gusto de la gana, y al final hace lo que le da la gana, aunque lo que haga sea dejar de hacer. Lo hace con decisiones superficiales, intrascendentes o a la carrera, sin revisar renuncias y cargas por venir que pueden arruinar el resto de su vida. Es como si las vísceras fueran las que lo gobernaran.

La soledad y la muerte son sus temores. Desaparecer es para él un verbo difícil de sobrellevar, y piensa que ya muerto en una caja, se sentirá totalmente solo, y por eso busca recuerdos para aferrarse y no sentirse tan desamparado, pero con la vida que lleva, no encuentra vivencias valiosas para acumular. Claro, siempre está en una esquina procurando que no le pase nada.

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