Arlena Cifuentes
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Las secuelas mentales y emocionales que trae consigo la presente crisis del coronavirus y que en el transcurrir del tiempo -aunque ya hay efectos tangibles- conforme experimentemos en carne propia los embates más severos de la enfermedad se harán más evidentes en la población en general darán paso a nuevas manifestaciones en el comportamiento humano que implican la incursión de los especialistas en esta materia. Podemos hablar de una nueva pandemia como tal y de los efectos que tendrá en la humanidad dando lugar a un ser humano distinto. Discrepo totalmente de quienes afirman que seremos una sociedad más solidaria y generosa, con mayor conciencia de las necesidades del prójimo.
Difícilmente hay quien escape al impacto del estrés en mayor o menor grado, salvo aquellos que por ignorancia aún no comprenden la dimensión del problema y que han asumido actitudes desafiantes. A decir de los expertos la actual crisis provocará una sociedad angustiada que podría convertirse en un problema humanitario. En la actualidad experimentamos miedo –al contagio, a lo incierto, al desempleo- que nos permite detectar un peligro en función de nuestra sobrevivencia. La ansiedad y el miedo nos paralizan es entonces cuando se transforman en un problema conductual sin dejar de lado que el estrés crónico no sólo baja las defensas sino que produce fatiga mental a lo que se suman las creencias y prejuicios que nos impiden generar un pensamiento crítico.
Entre los más afectados se encuentra el personal médico que recibiendo el desprecio más grande del gobierno ha tenido que mantenerse en sus puestos en condiciones indignas lo que me lleva a pensar en las razones que los sostienen en pie las cuales podrían ser desde la necesidad de contar con un ingreso seguro por ser el sostén de la familia. En el caso de los residentes no pueden darse el lujo de tirar por la borda entre ocho y once años de estudio; para los EPS aún más difícil son 12 años de formación y ni que decir de quienes cursan una subespecialidad. En mi opinión el pensum de la carrera de medicina, al menos a partir de la residencia, debería incluir el apoyo psiquiátrico por toda una serie de situaciones a las que se ven sometidos especialmente en las especialidades de traumatología y cirugía que son las más cruentas. Es muy fácil olvidar que el personal de salud está integrado por seres humanos y como tal experimentan el miedo al contagio, a llegar a casa e infectar a sus seres queridos. Miedo hasta para ingerir alimentos o beber agua. La utilización del equipo de protección durante varias horas es agotador disminuye sus fuerzas. La decisión de aislarse cuando se ha atendido a pacientes que son positivos sin contar con la posibilidad de hacerse un hisopado porque a decir de las autoridades estos no pueden desperdiciarse.
En donde dejamos las interminables jornadas que requieren esfuerzo sobrehumano, la experiencia de ver morir a un paciente por asfixia, agonía que puede llevar muchas horas sin poder brindarle la ayuda necesaria porque a los encargados de la salud no les importa un bledo. Cuáles están siendo los efectos y qué cambios de conducta se producirán, aún no tenemos la respuesta pero es necesario ponerle la debida atención; así como a los efectos que esta crisis está ya provocando en la población en general.
Para quienes tenemos cerca un médico también el estrés, el miedo y la incertidumbre de que cada vez que sale pueda ser infectado nos acompañan siempre y los momentos en los que se nos manifiesta que no debemos acercárnosle son aún más difíciles. Sin lugar a dudas la actual pandemia provocada deliberadamente nos hace cada día más vulnerables poniendo en alto riesgo nuestra salud mental y emocional ya de por sí deficiente.