Gustavo Marroquín Pivaral

Licenciado en Relaciones Internacionales. Apasionado por la historia, el conocimiento, la educación y los libros. Profesor con experiencia escolar y universitaria interesado en formar mejores personas que luchen por un mundo más inclusivo y que defiendan la felicidad como un principio.

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Gustavo Adolfo Marroquín Pivaral

En mí columna de la semana pasada, dediqué un breve análisis del nefasto gobierno de Jimmy Morales. En esta columna haré un breve análisis de lo que considero que han sido las claves para que Guatemala se mantenga como un país pobre, atrasado y altamente desigual. Los grandes problemas que afectan a nuestro país no se van a resolver con el simple hecho de elegir a nuestros gobernantes cada cuatro años. Un pilar esencial en una democracia es la activa y efectiva participación de la sociedad civil, que va más allá de ir a marcar una boleta con una “X” el día de las elecciones. Si queremos vivir en libertad, es esencial que como sociedad estemos fiscalizando los actos del gobierno, denunciando cualquier anomalía y exigiendo que cumplan con sus responsabilidades. De lo contrario, es darles a los políticos un cheque en blanco para enriquecerse y darles rienda suelta para la corrupción.

Otro de los pilares para que una república democrática con frenos y contrapesos funcione, es que cada uno de los tres poderes del Estado (Ejecutivo, legislativo y judicial) deben ser completamente independiente para mantener un balance y que ninguno acapare más poder del que le corresponde. ¿Qué ocurre actualmente en Guatemala? La línea que separa a estos tres poderes es cada vez más difusa. Hemos visto como un grupo de nefastos diputados (del poder legislativo) tienen cooptada la Corte Suprema de Justicia (del poder judicial), y por ende, han podido asegurarse impunidad al tener comprados a los jueces que dictan resoluciones favorables a los diputados, a pesar de sus descarados actos de corrupción.

Algo se puede afirmar: el mejor aliado de la corrupción es una sociedad civil apática y dividida. Mientras como sociedad sigamos indiferentes a las acciones del Estado y atacándonos entre nosotros mismos por cuestiones de “derechas o izquierdas” (algo irrisorio, infantil y debate que ni debería de ser importante), el Pacto de Corruptos se va consolidando. Mientras como sociedad civil sigamos pensando que el gran enemigo que tenemos actualmente como país es la violación a la soberanía nacional en lugar de la endémica corrupción, los hospitales seguirán desabastecidos, las escuelas en ruinas y los más necesitados con hambre.

Hace unas semanas vi como irresponsablemente un candidato presidencial dijo que “Somos pobres porque queremos”. Quedé perplejo ante esta afirmación. No, no somos pobres porque queremos. Somos pobres como país porque un reducido grupo se ha encargado de mantener el poder y ha marginado a amplios sectores de la sociedad, principalmente a los indígenas. Aquí no contamos con igualdad de oportunidades, y hasta muchas veces no somos todos iguales ante la ley. Quienes han controlado históricamente el poder han disfrutado de prolongadas bonanzas económicas y privilegios políticos. Aún peor, los que han estado en el poder determinan a quienes aplica la ley y a quiénes no.

En Guatemala se aplica muy bien lo que el dictador brasileño Getulio Vargas dijo en su momento: “A mis amigos todo y a mis enemigos la ley”.

Cuando un Estado acapara demasiado poder, sin que la sociedad pueda oponer resistencia sin poner en riesgo la libertad o la vida, a eso se le llama un Leviatán despótico (comúnmente conocido como un régimen autoritario o dictadura). Aquí tenemos de ejemplos: Rusia, China, Venezuela, Arabia Saudita, etc. Cuando una sociedad es demasiado fuerte en detrimento de un poder centralizado y no permita que cumpla las responsabilidades más básicas (como hacer cumplir la ley, el monopolio de la violencia, proporcionar servicios públicos, etc.), propician un clima de violencia y la guerra entre clanes paraliza la totalidad de la funcionabilidad del Estado. A esto se le llama Leviatán ausente y tenemos de ejemplo países como Sudán del Sur, Somalia, y otros países principalmente africanos.

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