Los científicos han dicho que el virus del COVID-19 vino para quedarse y que por ello hasta que no exista una vacuna efectiva la población deberá mantener medidas de precaución para evitar el contagio. Varias empresas están trabajando a marchas forzadas para elaborar una vacuna pero en este mundo donde todo se ha ido relativizando hasta la carrera por la vacuna termina politizada. Rusia aprobó ya una vacuna elaborada en su territorio, aún mucho antes de que se terminen todos los procedimientos científicos para probar su eficacia y es evidente que en Estados Unidos el gran interés de la Casa Blanca es presentar una vacuna antes de las elecciones, no importa si no se han completado todos los pasos para demostrar y garantizar su eficacia.
Las vacunas, como muchos medicamentos, pueden tener efectos adversos o poco efecto para lograr su objetivo y por ello es que se realizan etapas de cuidadosa investigación, empezando por las pruebas en animales y luego en seres humanos a efecto de ir estableciendo no sólo eficacia sino también eliminar riesgos por posibles efectos secundarios que pudieran ser comprometedores para quienes reciban el tratamiento.
Históricamente se ha reconocido a la FDA, la administración de drogas en Estados Unidos, como una entidad seria que actúa y decide con criterios científicos y no políticos. Lo mismo se decía del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) antes de que empezara a ceder a la presión política de la Casa Blanca para relegar temas científicos y priorizar criterios políticos en sus análisis del caso concreto de la pandemia desatada a finales del año pasado.
Lo importante es decir que el criterio de ambas entidades y de otras que en el mundo juegan un papel similar, ha sido la mejor garantía para que la gente pueda tener confianza en los fármacos y tratamientos aprobados para ciertas enfermedades, sobre todo las más contagiosas como es el caso del COVID-19. Pero ahora cuesta mucho tener confianza y fe en los medicamentos que se vayan presentado porque resulta que hasta la ciencia ha sido prostituida por criterios políticos antojadizos que desvirtúan décadas enteras de respeto a la comunidad científica mundial.
Rusia y Estados Unidos tienen gobiernos que piensan más en la manipulación de los ciudadanos que en el problema sanitario y eso es gravísimo para el mundo entero porque la aprobación precipitada de vacunas, sin la realización de las pruebas con el riguroso procedimiento que ha prevalecido históricamente pondrá en serio peligro a mucha gente, lo cual tiene sin cuidado a los líderes de esos países.