
En los últimos días en Guatemala se cumplió el sueño de muchos que claman en contra de cualquier forma de intervención del Estado porque aquí renunció a luchar por el control de la epidemia y trasladó la responsabilidad a cada uno de los individuos. Sin estrategia ni acción, hemos entrado a una etapa en la que evitar el contagio depende única y exclusivamente de lo que podamos hacer cada uno de nosotros y eso elimina cualquier margen de error por lo que dependemos de la responsabilidad individual para reducir la enfermedad y evitar una propagación que rebalse el sistema hospitalario y pueda producir una gran cantidad de muertes.
Se ha dicho que la letanía del uso de mascarilla, distanciamiento y lavado constante de manos es la mejor prevención y que observar rigurosamente su práctica es fundamental en la pandemia. Nadie puede darse el lujo de tomar a juego esa responsabilidad que le trasladó la autoridad que, literalmente, se lavó las manos ante la crisis y relajó las acciones que se habían dispuesto.
Es cierto que la economía estaba en la lona y que el ciudadano está pagando las consecuencias porque los programas sociales no llegaron a cubrir el agujero del cese de la actividad, pero el gobierno al proceder en la forma en que lo hizo el domingo trasladó el mensaje de que el coronavirus llegó a un nivel en el que era seguro iniciar el cacareado “paso a la nueva normalidad”, lo que no se corresponde con la realidad, no sólo porque los escuetos y poco fiables datos no respaldan esa tesis, sino porque no se implementaron requisitos esenciales como el aumento de las pruebas y la capacidad para rastrear los casos.
Queremos hacer nosotros el llamado que el gobierno tendría que estar haciendo de manera insistente y reiterada. El coronavirus no da margen de error y tenemos que redoblar nuestros cuidados porque de no hacerlo estamos entrando en una etapa crítica de masiva propagación. Sabemos, por ejemplo, que en el transporte público en Guatemala hay deficiencias notorias y que el reinicio de la actividad tendrá mucho que ver con la responsabilidad no sólo del pasajero sino del conductor. 50% de la capacidad en los niveles actuales de propagación es aún demasiado, pero no podemos descartar que para “reponerse de las pérdidas” alguien se pase de vivo y quiera meter más gente al bus. En tales situaciones al usuario no lo queda sino bajarse y cuidar su seguridad y ese ejemplo sirve frente a cualquier situación de riesgo. Es hora de que cada quien se salve.