Para bien o para mal se decidieron políticas de apertura que, obviamente, implican para todos los ciudadanos asumir una redoblada responsabilidad para evitar contagios. A falta de suficientes pruebas y con poca confianza y credibilidad en los datos oficiales, empezamos ahora una nueva actitud frente al COVID-19 y oficialmente estamos en nuestras propias manos, dependiendo nuestra seguridad de nosotros mismos y de cómo nos comportemos con la herramienta que tenemos a mano, es decir, distanciamiento, mascarilla y lavado de manos, para los que tenemos la suerte de tener agua corriente disponible o gel.
Dadas las condiciones de nuestro sistema de salud en realidad estamos librados a nuestra propia disposición de redoblar los cuidados y precauciones. La debilidad del Estado de Guatemala no podía permitir que supusiéramos que de las instituciones pudiera venir la reacción para contener los contagios. Desde el principio se proporcionó información incompleta y se demostró la incapacidad para incrementar las pruebas y generar un panorama realista de lo que estaba ocurriendo. Evidentemente en el mercado actual de las pruebas no hay “moco” y eso hace que las mismas no se puedan adquirir con la facilidad con que se pueden hacer otras compras de “emergencia”. Al fin y al cabo ya sabemos cómo funciona nuestra institucionalidad y lo que vemos es reflejo de históricos atavismos que marcan inexorablemente el rumbo.
El sistema de alertas, tan promovido hace quince días, ha resultado mucho más caprichoso y arbitrario de lo esperado porque realmente no hay suficiente información real y creíble de la situación del virus en el país, sus distintas ubicaciones y la velocidad de los contagios. En la disyuntiva que presentaba la salud y el tema de la dinamización de la maltrecha economía se optó por lo segundo y la apertura literalmente explotó, como lo pudimos ver en las primeras horas de ayer lunes en mercados cantonales y en la movilidad de las personas.
El punto es que, como debía esperarse de un Estado tan maltrecho como el nuestro, la respuesta a la pandemia ha quedado en manos de los ciudadanos y de su propia responsabilidad y cuidados depende sin duda alguna el futuro y el rumbo que tome la famosa curva que, en nuestro caso y por lo limitado de las pruebas, presenta más altibajos que una montaña rusa, en contraste con lo que hemos visto en el resto del mundo donde se marcan realmente tendencias. El llamado es a entender que la apertura no significa que ya le ganamos al coronavirus. Por el contrario, significa que ahora nos tenemos que cuidar más.