Eduardo Blandón
Las reuniones conspirativas en las que participa el presidente pueden ser interpretadas de muchas maneras, pero todas coinciden en que son acciones alejadas para los propósitos que fue elegido. Por ello, la prensa no hace sino especular no solo para interpretar el sentido de esa gestión maltrecha, sino para quizá reorientarlo en busca de posibles milagros. Sumémonos a ese trabajo reflexivo.
¿Qué hace Giammattei reunido con los corruptos en la finca Santo Tomás? Se puede especular falta de atención y foco. Digamos que el mandatario no sabe qué hacer frente a los muchos desafíos de gobierno y al no tener planes concretos en la administración del país, se decanta por impulsos. Es casi probable que lo ocurrido sea el resultado perfecto de su poca pericia en el manejo de las emociones y el mal apoyo de sus consejeros (tan desorientados como el propio político).
La interpretación anterior es la más benévola. Puede ser algo peor lo ocurrido en esas sentadas oportunistas. Por ejemplo, que Giammattei no tenga un pelo de tonto y que tenga muy clara su finalidad como dignatario, esto es, el saqueo de las arcas públicas. Tendría sentido la razón de pactar con lo más granado del latrocinio del país. Así, buscaría la toma de las instituciones que le pueden estorbar para la extracción libertina del erario de la nación.
Podríamos apelar también que la reunión sea el producto de la improvisación de un doctorcillo angustiado por garantizar su período presidencial. Quiero decir, el efecto de un político amilanado (y quizá sobre atemorizado) que trata desesperadamente pactar incluso con la corte satánica (eso son los políticos y el gremio organizado del CACIF) para terminar de la misma manera que lo hizo el payaso que lo precedió -Jimmy Morales-.
Como sea, las acciones del presidente tienen un carácter de tragedia para el país en la espera constante de estadistas que gobiernen según los intereses de los más desfavorecidos. Significa, una vez más, la postergación de conquistas urgentes como resultado de un líder carente de todo: carácter, pericia, cintura política, visión, energía, honradez y un etcétera de fracaso que se ajusta al que dice dirigir los destinos de Guatemala.
Por fortuna no está solo. A su lado tiene a la clase política que conforma la eterna cleptocracia. Lo acompañan los principales líderes empresariales -asociados al CACIF- estancados en modelos políticos y económicos del siglo XIX (si no, antes). Comparten el drama algunos “pensadores” abrazados a ideologías superadas que abogan por un Estado mínimo en el que el resultado último sea la riqueza no distribuida (que les favorece, por supuesto). Imagino que el colérico presidente se debe sentir consolado en medio del estercolero.