Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Deberíamos tener en cuenta dos aspectos de la situación mundial actual que aunque convergen en los afectados no convergen ni por su origen ni por su evolución. La crisis financiera internacional y nacional que se desarrolla ante nuestros ojos no tiene nada en común con la rápida propagación de una cepa infecciosa en una población.

Partamos de dos hechos: la historia en primer lugar; la experiencia vivida por la humanidad ante múltiples epidemias es larga y su tratamiento y repercusiones sobre la economía también conocida, pero su experiencia ante una crisis económica global, de una corrupción política de igual naturaleza probablemente es cosa diferente sin experiencia sólida de siglos o eventos similares. La sociedad ante las pandemias, supo organizarse y aprender de las crisis pasadas, un ejemplo de ello es la Organización Mundial que se realizó y muy efectiva, contra el SARS en 2003. Una nueva cepa, aceleración del proceso, con un fenómeno de fuerte contagio y una rápida expansión, primero transatlántica y luego global. Aparentemente, el contagio era incontrolable, al igual que el surgimiento y la rápida propagación de los miedos, demasiado rápidamente descritos como «irracionales». Pero quizá fuera de lo económico lo nuevo en esta pandemia o mejor dicho de mayor magnitud es la pérdida de confianza y la erosión sin límites que está teniendo la población hacia sus gobiernos y autoridades. Ya la humanidad no cree en discursos tranquilizadores, que parecen encantadores. Finalmente, las medidas que van quedando: primero, plegarse sobre uno mismo: aislamiento social y luego, la conciencia pierde credibilidad ante todo: los medios, los gobiernos, las redes sociales todo es de confusión y eso lleva a algo peor: la carencia de una acción concertada con vecinos: continentes, regiones, naciones, comunidades y familias. Las familias se desintegran en lo salubrista y en lo económico.

¿Qué lecciones se pueden aprender de todo esto? Sabemos que las epidemias pueden permitir la creación de modelos matemáticos que se abren en representaciones simplificadas que permiten probar diferentes escenarios en la computadora. Podemos imaginar que las matemáticas de las escuelas de economía están observando el fenómeno actual y proporcionando iluminación a nuestros tomadores de decisiones, pero eso no lo hacemos nosotros. Es necesario simular las diversas propuestas en debate y porque no empezar con lo económico: fondos frente a disponibilidad de cada hombre cada grupo por sí mismo, inyecciones de liquidez frente a laissez faire, etc. Pero luego debemos llevar los resultados de estas simulaciones al público, para evitar temores, rumores, comportamientos «irracionales» que pueden amplificar el problema. Nada de eso se está haciendo simultáneamente, lo económico se maneja en otra gaveta.

La solución en un primer nivel es nacional y concertada y solo entonces podemos pasar al segundo nivel de solución: internacional y concertada y en ambos casos solo puede ser global si la epidemiología de la pandemia se mete en la ecuación. La misma analogía ya permite pensar que al final serán los más débiles quienes sufrirán más por la actual crisis financiera y de salud. Todo esto en el mejor de los casos debería terminar en el establecimiento de una autoridad reguladora financiera salubrista que aún no existe en nuestro país, ni en nuestra región o planeta.

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