Alfonso Mata
No podemos decir que en Guatemala lo que sucede sea tragedia. En la tragedia el hecho sucede primero y luego se sabe y se conoce sus razones en nuestro país sabemos las razones y a pesar de ello dejamos que los hechos se suceden Así que a la irresponsabilidad le llamamos tragedia.
En lo político, en lo económico, en lo social y ambiental, todo está anunciado de antemano y lo interesante sería conocer porqué ante circunstancias sabidas y descubiertas no actuamos y eso a pesar que ni en lo político ni en los otros estados encontramos estabilidad. Nosotros no vivimos una crisis, vivimos de ellas, que se han convertido en permanentes, se voltee la mirada para dónde se voltee las hay siempre.
Los que han estado y están en el poder, en épocas normales (pero ¿es que tenemos algunas?) o no, lo planeado, los principios que rigen su forma de gobierno, los acontecimientos previstos e implementados, benefician sólo a unos cuantos. La ecuación matemática, al hombre de estado y su equipo se las fijan otros y en ella, las consecuencias que se deducen son siempre a favor del que platea la ecuación; el estado solo debe solucionarla y dentro de ese cálculo a unos, los útiles, (llamados clase media útiles para quién los emplea) apenas les basta para respirar, pero un buen número de hombres y mujeres dentro de nuestra sociedad, vive ahogado por una lucha consigo mismo por sobrevivir. Masas que apenas actúan y a las que se define su historia por los matemáticos, que en su ecuación los ponen como esclavos y víctimas.
Los usos del conocimiento y saberes, de los criterios y principios de evolución moral y ética dentro de nuestra sociedad, se revelan de aplicación desigual, estrecha, limitada y cruel e inhumana en sus resultados. Y lo peor en esto y evidencia de mano criminal, ante una historia que muestra que jamás la humanidad acumuló tanto saber y tecnología, ni tuvo tanta claridad ética y moral como ahora. Las ecuaciones de desarrollo a como las manejamos, no son estratégicas para consolidar la democracia.
La generación de la tercera edad sobreviviente de conflictos armados internos, ahora desaparece devorada por catástrofes que ella concibió y si había esperanza de renovación en la generación que está forjó, es un poco ilusoria, pues esta no cambió ni contenidos aunque si los ritmos y desaparecerá, desaparecerá tan abruptamente como la de sus progenitores, ahogada en la laguna que forjó como su antecesora, llena de crisis económica social ambiental, pero sobre todo existencial, dominada por una dependencia tecnológica que cada día asfixia más a las nuevas generaciones que están emergiendo. La juventud y adolescencia actual, son portadoras de pocas esperanzas y nuevas desesperaciones que se suman a las viejas, llenado el mundo de discontinuidad generacional que protesta para ahuyentar temores como las anteriores, pero todas chocan ante una realidad poco comprendida, llena de retazos y restos que todos buscan en demasía, pues no se ha sabido trazar límite al ímpetu o humano deseante, creando de esa forma un infierno de deseos no satisfechos.