Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El coronavirus ha venido a demostrar que esa loca polarización que se ha radicalizado tanto en los últimos años no respeta ni a la ciencia que es el “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados, y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobable experimentalmente”, como bien asienta el diccionario de la lengua española. Y es que si esos conocimientos no se ajustan a los gustos ideológicos de algunas personas simplemente los rechazan sin más argumento que el de la burda descalificación. En estos días vimos como uno de los magos de esa polarización, el presidente Donald Trump que ha dividido como nunca antes a la sociedad norteamericana, dijo que él se protege del COVID-19 tomando la droga antimalaria conocida como hydroxychloroquina y al ser preguntado sobre un estudio científico realizado por médicos de la Administración de Veteranos que advertía sobre los peligros de ese tratamiento, simplemente dijo que ese era un estudio “de los enemigos de Trump”.

Y es que el coronavirus plantea posiciones encontradas entre quienes privilegian la salud y quienes se preocupan por la economía, siendo que ambas preocupaciones son válidas y lo que se tiene que buscar es el racional balance entre una y otra posición sobre bases científicas, en ambos casos. Pero arremeter con calificativos ideológicos a quienes expresan científicamente algo que contradice nuestras particulares preferencias es un absurdo que demuestra el absoluto imperio de la sinrazón.

Baste decir que en esta pandemia mundial lo mismo han tenido acierto gobiernos de izquierda como de derecha y que igual la han literalmente zurrado gobiernos de izquierda como de derecha. El problema no es ideológico sino de elemental sentido común para hacer las cosas correctas y para ello nada mejor que recurrir a la ciencia. Eso, por supuesto, demanda que recurramos a los científicos porque son ellos los que mejor entienden la situación y pueden dar las mejores luces. Corresponde a los gobiernos, es decir a los estadistas, realizar los necesarios balances para hacer que el criterio de los expertos en epidemias y los expertos en economía vaya cuadrando de acuerdo a cómo se modifican las circunstancias.

En Guatemala nadie puede pasar por alto que vivimos en condiciones muy delicadas porque el nuestro no es un mundo ideal donde la gente goza de suficientes satisfactores y comodidad ni disponemos de un sistema de salud eficiente con capacidad para atender a una multitud de infectados. Balancear esas dos realidades es fundamental, pero ello es imposible si tenemos como punto de partida el fanatismo y la intolerancia que nos hace ver micos aparejados, es decir, comunistas y explotadores por todos lados.

Por supuesto que si en el país más poderoso del mundo la población pudo ser manipulada tan fácilmente para hundirla en su peor división de la historia, no puede sorprendernos que acá tenga tanto peso el tema de la polarización ideológica que fue alimentada por expertos en los años cincuenta y revivida con toda intensidad en el marco de la lucha contra la corrupción.

Pero descalificar a expertos porque esos “conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento” no nos gustan, es el colmo de la impertinencia y de la estupidez.

Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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