Media vez los científicos no tengan plena certeza del origen, modo de vida y forma de acabar con la existencia del tantas veces mencionado coronavirus Covid-19 no se va a poder desarrollar la vacuna que pueda evitar su contagio y por ende nosotros, los guatemaltecos, no vamos a poder planificar de la mejor manera posible nuestro futuro. Dicho en otras palabras, no hay otro camino posible a seguir que el de la contención de la pandemia, si es que la lógica y los valores y principios los aplicamos racionalmente.
Muy cierto es que la economía del país se ha venido al suelo con limitar la producción y el desarrollo de nuestras actividades. No creo que haya un solo guatemalteco que no esté pasando el Niágara en bicicleta, pues quien no tuvo que cerrar las puertas de su establecimiento profesional, industrial, comercial o agrícola se cayeron totalmente sus operaciones y por consiguiente sus ingresos, fuera porque los clientes no tienen con qué pagarle el producto o sus servicios, mucho menos lo que le adeuda, al quedarse sin el flujo de efectivo necesario para poder cumplir con sus deberes y obligaciones, no digamos con los sueldos y prestaciones laborales de sus colaboradores.
No hay, al menos que yo sepa, un solo guatemalteco que a estas alturas no esté diciendo ¿por qué me tenía que pasar esto, de sufrir las consecuencias de una pandemia que aproximadamente en cuatro meses, después de su descubrimiento, haya sido imposible hasta el momento contenerla?
Pero de quejas y lamentos vaya si no las conocemos todos al por mayor, pues en los medios de comunicación, especialmente la radio, prensa y la televisión no pasa un minuto sin que escuchemos algo relativo al Covid-19. ¿Qué hacer entonces, cruzarnos de brazos y dejar que la situación se complique de tal manera que nos quedemos totalmente en las cuatro esquinas o vayamos a parar al cementerio? Ni lo uno ni lo otro, pues si ponemos en práctica la razón que existe para seguir luchando a brazo partido para salir avante o al menos para sobrevivir esta calamidad, no nos queda otra que seguir dando la batalla por el bien nuestro, de nuestra familia y el de nuestra sociedad, porque lo peor que nos pudiera pasar es caer en la pérdida de la esperanza y de nuestra fe en Dios Nuestro Señor.
Por eso digo ni optimistas, ni pesimistas. Debemos ser realistas, aplicando cada uno sus conocimientos y su experiencia, trabajando mañana, tarde y noche, como combatir el contagio de la enfermedad para ir solucionando paso a paso tantos nuestros problemas personales, económicos y sociales.
El desánimo es el mejor consejero del fracaso y de la derrota. No podemos perder la competencia sin siquiera participar. De ahí que hay que seguir trabajando con todo vigor para alcanzar la recuperación de lo que hasta ahora se haya perdido. Que Dios bendiga y proteja a usted, apreciado lector y a toda su familia.