Desde el anuncio del primer caso de coronavirus se desató entre alguna gente una reacción absurda de odio y los familiares de la víctima, identificada por el mandatario en su mensaje sufrieron acoso y amenazas, situación que no ha cambiado y que se generaliza ahora contra todos los migrantes por el hecho de que se ha informado que el gobierno de los Estados Unidos, en medio de una grave crisis humanitaria, ha deportado guatemaltecos contagiados con el Covid-19, lo que hace que en algunas comunidades donde hay guatemaltecos retornados se les acose en forma brutal y violenta.
Lo primero que tenemos que entender es que el virus no tiene preferencias y así como no es un virus de los chinos, como inicialmente lo identificó irresponsablemente Trump, desatando olas de desprecio en contra de los asiáticos en Estados Unidos, tampoco es un virus de los migrantes. Todos podemos contraerlo porque se transmite por el contacto y de allí la importancia del distanciamiento social que se reporta como el único medio, de momento, para contener la propagación masiva de la enfermedad y de esa cuenta resulta absurdo andar persiguiendo a los migrantes o a sus familias, más allá de lo que esos gestos de odio significan contra un sector que ha hecho tantos aportes para mejorar la calidad de vida en nuestro país.
Conforme pasen los días iremos viendo un incremento en la cantidad de casos y su dispersión geográfica. El gobierno decidió no dar información de los lugares donde se producen esos casos precisamente para evitar reacciones violentas de los pobladores en contra de las víctimas de la pandemia, pero es imperativo hacer conciencia entre la gente de que nadie, absolutamente nadie, está libre del mal y por lo tanto es absurdo, además de cruel e inhumano, tener esas reacciones que del pánico pasan al odio, como ocurrió la semana pasada cuando en una comunidad no querían dejar que se diera el sepelio de una víctima, como si el cuerpo enterrado fuera a esparcir el virus por toda la población.
Hace mucho tiempo que en el país se generalizaron y convirtieron en algo normal los linchamientos que, para algunos, son actos de justicia por propia mano y no actos vandálicos y criminales intolerables. El país necesita información detallada del avance de la enfermedad y los especialistas detalles de dónde se está propagando para definir respuestas de contención, pero ello es imposible si dejamos que se extienda ese clima que convierte a las víctimas del coronavirus en objeto del odio irracional de esos grupos criminales.