Por: Lic. Luis Fernando Bermejo Quiñónez
@BermejoGt
A medida que avanza la pandemia y sus efectos a través de los países es curioso observar como se ha expandido otra pandemia pero de distinto tipo: la pandemia de información sobre el coronavirus y teorías de conspiración sobre la misma. Lo atestiguan miles de mensajes en Facebook, Twitter y Whatsapp.
A manera de ejemplo, existen noticias de que la OMS notificó tarde de la pandemia y cuando lo hizo fue opaco sobre la gravedad de la misma tomando la información de China como certera. Se llama la atención a que Taiwán envío una comunicación el 31 de diciembre 2019 alertando sobre casos de neumonía desconocida y que la OMS no actuó con base en ellos. La noticia ha ganado mucha notoriedad porque esta omisión, argumentan sus proponentes (incluso la Administración Trump), se debe al supuesto “favoritismo” del Director General de la OMS hacia China por supuestas vinculaciones ideológicas comunistas. La OMS, en cambio, aduce que no ha existido tal negligencia porque en su sitio web aparece con fecha 5 de enero 2020 la notificación a los países miembros que recibió de China (no Taiwán) información sobre casos de neumonía desconocida el mismo 31 de diciembre 2019 (misma fecha del correo de Taiwán), indicando que bajo sus protocolos internacionales podía anunciar la noticia hasta esa fecha al haber recibido algunas explicaciones de China, recibidas después de Año Nuevo. Además, hace alusión a que el correo electrónico de Taiwán no “alertaba del brote” sino sólo pedía “información” adicional sobre las noticias de diarios de Wuhan. Por otro lado, aparecen noticias, sobre la posibilidad que el virus se creó en un laboratorio que estudia coronavirus en Wuhan y que eso ha sido escondido por China y por OMS, alimentando la narrativa de conspiración. Sin embargo, menos reportado ha sido que en una nota de las revistas médicas de mayor prestigio del mundo The Lancet (entre otras) diversos científicos arguyen que el consenso académico y científico es que el virus se creó en la naturaleza y no en un laboratorio, citando incluso al Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos mismo. La razón de destacar estas posiciones encontradas no es desestimar la veracidad o no de las noticias divergentes, sino de la necesidad en mí parecer que en esta época de ansiedad, que se haga conciencia ciudadana sobre la necesidad ingente de no expandir fake news y ser más inquisitivos en la información que se comparte en estas importantes redes sociales. Para ello considero importante que la gente tome en consideración sus posibles “sesgos cognitivos”.
En particular, me parece importante que al consumir información y compartirla se tenga en consideración el “sesgo de confirmación” que es descrito como el sesgo por el cual “favorecemos” la información que confirma nuestras percepciones. Adicionalmente, es importante tener en consideración el “efecto Dunning-Kruger” que es descrito como el sesgo por el cual se describe como una persona entre más ignorante es sobre un tema, más confianza tiene emitiendo opiniones sobre el mismo y viceversa. Lo anterior, tiene relevancia porque, por ejemplo, si se es una persona conservadora y me atrae la forma de gobernar de Trump, es muy probable que las fuentes de información que consulte sean proclives a “comprobar” mis percepciones sobre la OMS, China y sobre el origen de la enfermedad. En cambio, si se tiene una percepción distinta puede ser la persona consulte fuentes de información que cuestionen dichas posturas. Por otro lado, es importante reconocer que pocas veces seremos expertos en temas delicados (ejemplo actual, epidemiología, política de EEUU y geopolítica) y, por ello, deberíamos ser cuidadosos en emitir juicios tan tajantes. Para ello, propugno estimado lector, que tratemos de vencer nuestros “sesgos” con un análisis pormenorizado de información, para ello, investiguemos la inclinación ideológica de las fuentes de información, su trayectoria, nexos políticos e incluso los medios de financiamiento de la misma. Sigamos el “dinero”. Por otro lado, es importante “balancear” nuestro consumo de información contrastando fuentes y su veracidad. No confiemos en cualquier “enlace” de WhatsApp o de Youtube con teorías rimbombantes, o cualquier blog de hijo de vecino, sino procuremos investigar y duda razonablemente de lo que nos es provisto y confiemos en la ciencia. Por nuestro actuar podemos desinformar a muchas personas, y eso es lo menos que necesitamos que ocurra. Seamos ciudadanos responsables.