Alfonso Mata
Venimos desde hace meses, naciones y sociedades, sosteniendo una histórica lucha contra el COVID-19, no acorde en sus medios pero si en sus fines y en nuestro caso, en esa lucha, queda claro y visible, nuestra falta de solidaridad y paso a explicar.
Nuestros verdaderos líderes en esta lucha no son ni diputados, ni presidente, ni iglesias, ni bancos o comercios. Es el personal de salud: médicos, enfermeras, laboratoristas, personal administrativo y de limpieza. Ellos una y otra vez por todos los medios de comunicación (así que ninguno diga que desconocemos) nos han pedido que cumplamos con las medidas que nos corresponde hacer ante el peligro de la epidemia. A pesar de los pedidos y mandatos, ahí andamos, de arriba abajo, mostrando con nuestras actitudes lo del dicho certero “me vale madres el vecino, el de enfrente mas, incluso me atrevo decir la familia”. No podemos vencer nuestro “primero YO y después YO”. De igual forma, médicos y personal de salud, una y otra vez, han pedido al estado material y equipo para enfrentar mejor el combate al COVID-19; ahí no vale ni importa eso y el Estado debería de tener ya montada toda la operación de apoyo a la alimentación y cuidados fundamentales a la sociedad; pero de eso, nada “primero mis intereses y después también”.
Sociedad y Estado, tenemos listo el asador para nuestros líderes, en un grito de que “prepárense a morir” sin ver que de esa manera, nos metemos la daga por la espalda nosotros mismos. Luego, no le echemos la culpa a los cielos o a los infiernos, pues la muerte en nuestro caso, no está viniendo de nuestro cuerpo, sino que está desde ya penetrando subrepticiamente, producto, escuchemos bien, de nuestra falta de solidaridad e incluso (lo dejo en manos de los psicólogos) no queremos mantener alejada de nosotros a la tal muerte, más bien como que nos fascina querer ser su cómplice. Este ejemplo de negligencia, nos está llevando a engendrar una real tragedia nacional de proporciones gigantescas y lo peor de nuestra irresponsabilidad es que, esa indiferencia actual, luego la transformamos en lloriqueos y lo más inverosímil es que, aquellos que fueron incapaces de cumplir con lo que les correspondía, jamás se deberían de acercar a las puertas de los hospitales; pero son los primeros, los que con mayor prepotencia y abuso lo hacen.
Esta historia que ya estamos escribiendo, es un triste ejemplo de falta de solidaridad, muestra de una cultura de yoismo, que nos domina y nos condena a soportar nuestra propia irresponsabilidad y estupidez, que obligará más temprano que tarde, a una práctica médica más difícil, de más dudoso pronóstico y a costos exorbitantes. La curación pertenece a la medicina, pero la salud a la sociedad, en que si no somos ni rectos ni honestos en nuestra solidaridad al prójimo y por consiguiente, tendremos que pagar factura doble: nuestra salud y nuestra economía. Hoy reímos todos, mañana lloraremos, precipitando a muchos a la muerte innecesariamente.