Gustavo Marroquín Pivaral

Licenciado en Relaciones Internacionales. Apasionado por la historia, el conocimiento, la educación y los libros. Profesor con experiencia escolar y universitaria interesado en formar mejores personas que luchen por un mundo más inclusivo y que defiendan la felicidad como un principio.

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Decir que el mundo está pasando por momentos caóticos, de miedo, incertidumbre y que requieren grandes sacrificios es redundar y ahondar en el exceso de información que hay en las redes sociales sobre este tema. Esta pandemia está poniendo a prueba la cohesión social, la estabilidad económica y la capacidad de respuesta del Estado en la abrumadora mayoría de países en el mundo. Desde países potencia hasta países periféricos, no hay quien escape a esta coyuntura crítica mundial.

Tal como expresé en mi columna de la semana pasada, considero que el verdadero problema de raíz que amenaza a la civilización humana como tal es el Cambio Climático. Pero dentro de todo este caos de la salud actual, se pueden encontrar atisbos de optimismos y esperanza para enfrentar este grave problema que el mundo aún no logra dimensionar las colosales consecuencias que acarreará.

El ex primer ministro británico, Tony Blair, dijo en 2005 que “la cruda verdad acerca de las políticas del cambio climático es que ningún país querrá sacrificar su economía para enfrentar este reto”. Considero que es un comentario muy revelador y que pone de manifiesto una de las máximas del sistema económico actual: la economía siempre debe de crecer. Suena muy bien que la economía siempre crezca y que todos los seres humanos aumentemos nuestro nivel de vida y obtengamos nuestro porción del pastel. Todos los seres humanos merecemos una vida digna, pero la creciente explotación de recursos sin ningún tipo de freno o sentimiento de responsabilidad nos ha llevado al borde del colapso ambiental.

Dos científicos españoles: Héctor Tejero (doctor en bioquímica y biología) y Emilio Santiago (doctor en antropología) han puesto de manifiesto que al ritmo económico actual, la humanidad necesita de 1.5 planetas Tierra para satisfacer nuestras necesidades. De hecho, hay un dato más estremecedor: llevamos viviendo y explotando los recursos económicos muy por encima de las posibilidades que tiene el planeta para regenerarlos ¡desde 1980! Cuarenta años de explotar y expandir la economía por encima de nuestras posibilidades…

Con la crisis del Covid-19, muchos Estados del mundo se encuentran actualmente con el dilema de como frenar los contagios a nivel exponencial sin detener las economías para evitar una recesión. Los países más sensatos han optado por los paros económicos en aras de frenar esta pandemia. Considero que el mundo está consiente (al menos la mayoría de los países) de que la primera prioridad es detener la pandemia, salvar vidas y luego reactivar la economía. Estos paros económicos que durarán mientras el virus siga siendo una amenaza, dan un respiro al planeta, nos hacen pensar en lo verdaderamente esencial, que es la vida. No hay que dejarse engañar, si hoy estamos en cuarentena por un virus, de seguir la expansión económica sin responsabilidad, mañana estaremos en cuarentena por alguna catástrofe derivada del Cambio Climático. ¿Nos hemos puesto a pensar que la destrucción del medio ambiente es el equivalente a nuestra destrucción como especie?

Una de las características mas importantes del Cambio Climático es que es altamente injusto. Los países que más contaminan, es decir las grandes potencias económicas mundiales como China, Estados Unidos y la Unión Europea, Rusia, etc. no serán los primeros en sentir los verdaderos y graves embates de este fenómenos climáticos, sino que lo serán los diminutos Estados insulares, los países más pobres y los que están en vías de desarrollo. Dicho de otra manera, los países que menos contaminan, serán los primeros en sufrir estos fenómenos. No me malinterpreten, la vida seguirá en este planeta, de eso no hay duda. Pero muy probablemente no sea la vida de la especie humana.

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