Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera
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¿Vivir es un dilema? ¿Fallecer es una especie de apotegma? ¿Es un adagio sentir el potente palpitar de una vida que no quiere llegar a su fin?

“Ser o no ser” dice Hamlet en la obra de Shakespeare y lo plantea como dilema porque ante el dilema hay arios caminos que escoger pues igualmente son buenos y malos

¿Es bueno gozar de la vida o es indeseable? Si hiciésemos el computo de los hombres (y desde luego mujeres: Yocasta) no lo creeríamos porque -aunque los medios referente a ciertos temas tabú

prefieren quedarse mudos- ante el suicidio, el silencio se impone de manera obligada. No obstante negar la vida y desear la muerte es tema de muchas obras literarias -en sus tres géneros- acaso las más conocidas sean otra vez las del inglés: Otello y Romeo y Julieta y no se diga Ricardo III y Macbeth. En este momento me doy cuenta de que los griegos y los ingleses son mucho más borrascosos sentimentalmente que los españoles, que tienden más en general a un realismo donde preside un sentido del humor tan singular como el de Sancho y el mismo Quijote. Tragedia quizá sólo encontraremos en la obra de Santa Teresa, San Juan de la Cruz y algunos pocos más. Por eso es que Schopenhauer aprendió castellano: para leer “El gran teatro del mundo” donde el espíritu que guía la obra es el de elogiar a la muerte y no la vida: porque la muerte es en realidad la vida y la muerte/muerte: el despertar.

Vuelvo al principio ¿se ama o se odia vivir? ¿O se ama y se odia morir? Indudablemente la respuesta a la que todo el mundo respondería que sí y que incluso temería como terror iniciático y característica natural del hombre el temor a la muerte. Qué digo: ¿terror? No, el humano siente el fin de la vida como angustia, pánico y pavor.

Y sin embargo seré el abogado del diablo en este tema que hoy todos discuten y diré que en las obras literarias que más se leen o más han subido a escena ganaría el primer premio las obras que terminan en asesinato (y en relación a lo que vengo diciendo) en suicidio, desde antiguo hasta hoy como por ejemplo: en Edipo, rey, en Medea o en Electra. Y si nos venimos al presente la lista es mayor porque tendríamos que incluir el cine, el teatro que se ha enriquecido y la novela que se ha multiplicado exponencialmente. Y yo discutiría qué buenas películas o novelas tienen happy end y cuales terminan trágicamente y muchas ¡muchísimas! suicidio como Madame Bovary o la vida misma de Marilyn Monroe.

El dilema se desvanece un poco porque vemos que hay infinidad de situaciones –reales y de ficción- donde se monta un magistral elogio a la muerte-suicidio como en El último tango en París.

Quiere decir que hay dos tendencias (unas más fuertes , otras más suaves) unos que han deseado morir y otros, vivir. Los que desean morir son muchos que lo guardan en silencio y los que aman vivir, muchísimos más. Entre estos dos polos medio satánicos se mueven nuestras vidas sin saber –esto es el más cruel de los inventos- cuando viviremos o cuándo moriremos. ¿Se le ha pasado que por Voluntad Superior usted es de los escogidos para morir por el Corona virus? Yo sí. Y un río horrísono de ficción aun recorre mi espalda temerosa.

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