Mario Alberto Carrera
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¿Vivir es un dilema? ¿Fallecer es una especie de apotegma? ¿Es un adagio sentir el potente palpitar de una vida que no quiere llegar a su fin?
“Ser o no ser” dice Hamlet en la obra de Shakespeare y lo plantea como dilema porque ante el dilema hay arios caminos que escoger pues igualmente son buenos y malos
¿Es bueno gozar de la vida o es indeseable? Si hiciésemos el computo de los hombres (y desde luego mujeres: Yocasta) no lo creeríamos porque -aunque los medios referente a ciertos temas tabú
prefieren quedarse mudos- ante el suicidio, el silencio se impone de manera obligada. No obstante negar la vida y desear la muerte es tema de muchas obras literarias -en sus tres géneros- acaso las más conocidas sean otra vez las del inglés: Otello y Romeo y Julieta y no se diga Ricardo III y Macbeth. En este momento me doy cuenta de que los griegos y los ingleses son mucho más borrascosos sentimentalmente que los españoles, que tienden más en general a un realismo donde preside un sentido del humor tan singular como el de Sancho y el mismo Quijote. Tragedia quizá sólo encontraremos en la obra de Santa Teresa, San Juan de la Cruz y algunos pocos más. Por eso es que Schopenhauer aprendió castellano: para leer “El gran teatro del mundo” donde el espíritu que guía la obra es el de elogiar a la muerte y no la vida: porque la muerte es en realidad la vida y la muerte/muerte: el despertar.
Vuelvo al principio ¿se ama o se odia vivir? ¿O se ama y se odia morir? Indudablemente la respuesta a la que todo el mundo respondería que sí y que incluso temería como terror iniciático y característica natural del hombre el temor a la muerte. Qué digo: ¿terror? No, el humano siente el fin de la vida como angustia, pánico y pavor.
Y sin embargo seré el abogado del diablo en este tema que hoy todos discuten y diré que en las obras literarias que más se leen o más han subido a escena ganaría el primer premio las obras que terminan en asesinato (y en relación a lo que vengo diciendo) en suicidio, desde antiguo hasta hoy como por ejemplo: en Edipo, rey, en Medea o en Electra. Y si nos venimos al presente la lista es mayor porque tendríamos que incluir el cine, el teatro que se ha enriquecido y la novela que se ha multiplicado exponencialmente. Y yo discutiría qué buenas películas o novelas tienen happy end y cuales terminan trágicamente y muchas ¡muchísimas! suicidio como Madame Bovary o la vida misma de Marilyn Monroe.
El dilema se desvanece un poco porque vemos que hay infinidad de situaciones –reales y de ficción- donde se monta un magistral elogio a la muerte-suicidio como en El último tango en París.
Quiere decir que hay dos tendencias (unas más fuertes , otras más suaves) unos que han deseado morir y otros, vivir. Los que desean morir son muchos que lo guardan en silencio y los que aman vivir, muchísimos más. Entre estos dos polos medio satánicos se mueven nuestras vidas sin saber –esto es el más cruel de los inventos- cuando viviremos o cuándo moriremos. ¿Se le ha pasado que por Voluntad Superior usted es de los escogidos para morir por el Corona virus? Yo sí. Y un río horrísono de ficción aun recorre mi espalda temerosa.