Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Juan José Narciso Chúa

Mi buen amigo Edgar Gutiérrez en su artículo de El Periódico del lunes 23 de marzo, planteaba la necesidad de que esta crisis sanitaria, sin dejar de priorizar su solución inmediata, abría un paréntesis propicio para discutir, para reflexionar, para preparar el terreno, tal como precisamente señalaba Edgar, para repensar el país de cara al futuro. Sin duda, no deja de tener razón, puesto que esta crisis nos terminó de desnudar en términos de carencias, de rezagos, de limitaciones, en general un déficit de un país en el siglo 21, pero con una oferta institucional de finales del siglo 19.

Y justamente nos invitaba a discurrir sobre este desafío que el futuro nos obliga a enfrentar. Pero, por dónde empezar?. Guatemala como país ha mostrado un avance en términos de cumplir con dificultad varias de las formalidades que la democracia demanda. ¿Una nueva constitución política?, sí, con grandes resabios también, así como con artículos y reformas plasmadas a la carta de élites económicas que se empeñan en mantener la estructura económica con una visión arcaica y anclada en la cooptación del Estado y una economía mercantil e imperfecta, pero también en el único acuerdo social que tenemos, como es la Constitución Política, también dejó entrever la obtusa visión de una clase política que delineó un espacio político propio para apropiarse de los exiguos fondos del Estado, pero que les otorgaba licencia de corso, para negociar con las élites.

¿Tenemos gobiernos libremente electos cada cuatro años?, pues sí, es cierto, pero su margen de libertad no pasa de quedarse en el espacio temporal, pues sus actuciones se han quedado demarcadas por las cooptación del Estado en materia de leyes, regulaciones, privilegios y beneficios fiscales, pero sin dejar de lado el control de los propios poderes del Estado -los organismos ejecutivos, legislativos y judiciales-, son una muestra palpable de ello, a través de mantener unos gobernantes que dan pena, partidos políticos de caricatura, sin visión del quehacer político, ignorantes en su mayoría, así com delincuentes de cuello blanco, también con pocas excepciones.

Pero también las élites económicas y políticas, se han apropiado de los mecanismos de postulación, de las formas de designación en la Corte Suprema de Justicia, en el Tribunal Supremo Electoral, en la Contraloría General de Cuentas, en la Superintendencia de Administración Tributaria, para evitar cualquier contratiempo. El ejemplo de la elección y conformación del actual TSE, es una muestra evidente de la pobreza de las mecanismos de elección, de la pobre y oscura trayectoria de sus magistrados y de las enormes sombras en que sustentan sus actuaciones.

Pero bueno, y entonces, cómo empezar esta discusión al debate a la cual nos invita atinadamente Edgar. Yo creo que las medidas de corto plazo en lo económico se han ido perfilando por distintos grupos, por supuesto, en muchos casos para sus propios intereses, otros aprovechando para desviar la atención, pero mal que bien varias propuestas tienen sentido, siempre y cuando consigamos salir avantes de la crisis sanitaria actual.

Sin embargo, creo que tanto la discusión económica, política y social requieren la discusión sobre una cuestión que es fundamental: ¿qué sociedad es la que pretendemos construir a partir de acá?, considero que esta es la premisa clave para deshilar las distintas medidas en las cuales vamos a fundar un nuevo tipo de sociedad. Pensar de otra forma es apostar por un continuum que ya no tiene sentido, la inexorabilidad del cambio es un hecho, de otra manera, caeríamos en el absurdo que Albert Einstein planteaba con claridad: “esperar resultados distintos pero haciendo lo mismo”, ese no es el camino.

Pensar en modo de cambio no es malo, no genera maleficios, no propicia maldiciones, al contrario es el camino de acá en adelante, de lo contrario, otra crisis de salud, de educación, de seguridad, o de protección social, únicamente descubrirá, otra vez, nuestra renuencia para inscribirnos en la modernidad política, en la apertura de los mercados y la competencia, en el disfrute del bienestar general y en la provisión de enormes espacios para la cultura. Una nueva sociedad, nada más. (Continuará)

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