Por ELIAS MESERET
TULUFERA, Etiopía
Agencia AP
Con rostros adustos, trastornados por el dolor y en algunos casos bañados en lágrimas, cientos de familiares se congregaron hoy para un oficio en el lugar donde hace un año, un jet de Ethiopian Airlines cayó a tierra y murieron las 157 personas a bordo.
La zona del desastre, unos 60 kilómetros al sureste de Adís Abeba, la capital, fue cerrada a la prensa. Autobuses especiales transportaron a los familiares al acto, auspiciado por Ethiopian Airlines y Boeing, fabricante del jet.
Los vecinos de la zona rural de Tulufera, cerca de Bishoftu, suspendieron momentáneamente sus labores para recordar cuando el jet cayó en picada.
«Fue muy caótico, estábamos angustiados», dijo a The Associated Press Tsegaye Workineh, una de las primeras personas en llegar al sitio. «Es un espectáculo que jamás en mi vida olvidaré. Tienes suerte de no haberlo visto. Fue sobrecogedor».
Grandes buses y vehículos más pequeños llegaban por un camino de tierra al lugar del oficio, donde se instalaron grandes carpas.
El vuelo 302 partió del aeropuerto de Addis Abeba el 10 de marzo del año pasado y los pilotos inmediatamente comunicaron que había problemas y pidieron permiso para regresar. A pesar de sus esfuerzos, no pudieron controlar el avión, que a los seis minutos del despegue cayó al campo baldío.
El accidente se produjo unos cinco meses después de una caída similar en Indonesia, con el mismo modelo de avión. Desde entonces están en tierra todos los más de 380 aviones Boeing 737 Max, utilizados por medio centenar de aerolíneas alrededor del mundo. Al momento no hay fecha para su regreso al aire.
En un informe provisional divulgado ayer, los investigadores etíopes culpan principalmente a Boeing. Aseguran que fallas en el diseño del sistema de control de vuelo deprimió reiteradamente la trompa del avión. Dijeron además que la capacitación de los pilotos aportada por Boeing fue insuficiente.