JORGE CARROL
Piedra en el zapato y lector casi de tiempo completo
Eso es lo que soy para muchos con los que intento convivir, tal vez porque no acepto lo que no me agrada de la supuesta labor urbanística de la Municipalidad de Guatemala o porque preferí renunciar a un sueño antes que traicionar a los usuarios de la biblioteca donde pasé felizmente más de 10 años de mi acumulada juventud.
Recuerdo que hace unos años leí un comentario de José L. Menéndez (presidente de OlaCoach) quien “recién llegado de México, trabajaba con un grupo de personas a las que para resaltar la conciencia, o mejor dicho la falta de conciencia, de cómo estamos y cómo avanzamos, les invité a meterse una piedra en el zapato y andar. El resultado es que la mayoría, cojearan o no por las molestias de la piedra, acababan aceptando que era así, vivían con el dolor o con la molestia que nos les impedía andar y se acostumbraban a ello.”
Y Menéndez, lúcidamente, fue más lejos: “En la vida, cuando algo nos molesta y no hacemos nada al respecto, nos acostumbramos a esa ‘molestia’, situación, persona o cosa que nos impide dar lo mejor de nosotros mismos. Incluso a veces, expresamos que nos gustaría cambiar, hacer algo diferente, y sin embargo no nos atrevemos a salir de nuestra zona de confort, o en este caso ‘desconfort’”.
Pero es curioso, porque a veces eliminar esa piedra en el zapato, no nos permite andar cómodos.
En no pocas ocasiones (como lo comentó Menéndez), no se trata de cambiar de casa, de trabajo o de pareja, sino cambiarse uno mismo. Pero… y aquí vienen las incómodas preguntas que nos auto formulamos: “¿Por qué he de cambiar yo y no él o ella?”
Y si no encontramos una auto respuesta, solo logramos patear pelotas fuera de la cancha. Es más cómodo que otros cambien, que tomar conciencia de aquellas cosas, hábitos o personas a las que nos hemos acostumbrado, nos resta energía, efectividad y tiempo.
“Quien anda con suavidad llega lejos”, dice el proverbio chino. Y la idea que nos sugiere, como lo rescata Alex Rovira, “es que para andar cómodos por el camino de la vida es conveniente que no dejemos entrar demasiadas piedras en nuestros zapatos, que no vivamos como difícil o imposible el hecho de detenernos y librarnos de ellas y que nuestro calzado sea fácil de quitar y poner”.
Pero aunque resulte paradójico, en general prefiero ser esa piedra que se encaja entre los dedos y que molesta.
Llegados a este punto y una vez hemos decidido que la piedra se quede en nosotros, la relación de amor-odio puede dar mucho de sí.
Podría optar por responder a aquel que me pregunte la causa de mis andares, pero -confieso- no he encontrado aún la manera ni el momento ni el lugar de aceptar lo que no encuentro aceptable.
Esta metáfora de “la piedra en el zapato” se me antoja apropiada para reflexionar sobre aquello que a veces llevamos a cuestas y que nos complica un tránsito liviano, amable y en paz.
Como bien lo diseccionó Rovira:
“Piedras mentales: Determinados prejuicios y creencias que tenemos sobre nosotros mismos, los demás o la vida pueden ser un verdadero lastre en el camino de vivir. Estas piedras se encargan de destruir encuentros interesantes, aprendizajes necesarios y experiencias reveladoras. Desnudarse de prejuicios es un ejercicio sumamente saludable que nos abre un universo de posibilidades de relación. También conviene revisar las creencias que tenemos sobre nosotros mismos, ya que pueden ser verdaderas mordazas para el cambio en nuestra vida. Por ese motivo conviene de vez en cuando sentarnos a reflexionar, tomar incluso tomar un papel y un lápiz y hacer un inventario de esas piedras-opiniones que se nos cuelan en el zapato de nuestra mente y que tanto nos pueden llevar a perder.”
“Piedras emocionales: En este apartado, en el de los zapatos de nuestro corazón, irían a parar aquellas piedras que se cuelan en forma de relaciones no deseadas o tóxicas, simbiosis que en lugar de hacernos crecer nos hunden anímicamente. Compañías limitadoras, castradoras, psicológicamente víricas o negativas que nos hacen sentir mal, generan mal humor y pesimismo y nos abren las puertas al agotamiento psicológico e incluso a la depresión. Son además causantes de serios daños a nuestra autoestima así como frenos a nuestro potencial de desarrollo como personas. También vale la pena hacer balance de vez en cuando de esas ‘relaciones- piedra’ que se nos han colado en nuestros zapatos emocionales y quitarlas antes de que acaben con nuestra paz interior, buen humor, alegría y placer de vivir”.
“Piedras materiales: Incluimos aquí una amplia gama de objetos de escasa o nula utilidad que vamos acumulando en estanterías, armarios, bolsos o dondequiera que tengamos un hueco, así como todas aquellas compras que nacen de una bulimia consumista y de la necesidad compulsiva de tener para sentirnos vivos. Y es que, en realidad, quien vive de las necesidades ajenas no se apura en resolverlas. Por ello es fácil que se nos llenen los zapatos de piedrecillas llamativas pero inútiles que se cuelan en nuestra vida como si nada. En este apartado, además de saturar nuestro espacio vital, queda afectada nuestra salud financiera. Luego, echar un vistazo a nuestros ‘cálculos’ financieros, nunca mejor dicho, puede ser sumamente saludable”.
“Piedras de malos hábitos. Las piedras también se pueden colar en nuestra vida a modo de descuido de nuestra salud, de abulia o apatía a la hora de cuidarnos. La piedra de la resignación y de la pereza apenas se nota cuando entra, pero a la larga sus efectos pueden ser devastadores. ¿Qué tal sacudirse de vez en cuando este tipo de piedras pasivo-agresivas y darnos, ahora sí, un buen paseo bien calzados, buscando compañías agradables con quien intercambiar ideas interesantes?”
Quitar aquello que nos sobra o nos incomoda puede suponer un extraordinario placer y una acción que genere un cambio significativo, ya que el placer es un mecanismo que se activa por el mero hecho de liberarnos.
Como lo señaló William James, el filósofo estadounidense del siglo XIX, precursor de la psicología y pragmático convencido:
“Ser sabio es el arte de saber qué pasar por alto”.
Parece lógico, pero para ello es necesario andar ligeros, sin piedras en los zapatos de nuestras ideas…