Víctor Ferrigno F.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), y los gobiernos de Estados Unidos y Guatemala, recién declararon alerta máxima ante el imparable contagio del coronavirus, de la cepa Covid-19, que ya está presente en cuatro de los cinco continentes. «Tenemos que hacer todo lo posible para prepararnos para una potencial pandemia», declaró el pasado lunes el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
«No podemos saber qué va a pasar, si se va a atajar, a convertirse en una enfermedad estacional o en una pandemia global en toda regla», ha advertido Michael Ryan, Director del Programa de Emergencias de la OMS. «En cada país la dinámica es distinta», afirmó. El experto apunta que mientras en China se ha establecido que la mayoría de los contagios se producían entre familiares, en Corea se ha propagado en reuniones religiosas, algo que también puede estar sucediendo en Irán.
Los expertos de la OMS, desde Wuhan, dan cuenta que la situación se ha mantenido bajo control y el índice de incidencia de contagios va a la baja. El porcentaje de fallecimientos se sitúa, de momento, entre un 2% y un 4% en Wuhan y alrededor de un 0,7% fuera. El 80% de las víctimas mortales chinas son ancianos.
En Guatemala, la comparecencia pública del presidente Giammattei con la plana mayor del Ministerio de Salud para abordar la enfermedad fue acertada y oportuna, pero reflejó que estamos en pésimas condiciones preventivas, y carecemos de instalaciones para aislar a los probables contagiados. La propagación del virus inició hace seis semanas, y hasta ahora se consultará con la Intendencia del Ejército para saber cuántas carpas hay, y se solicitará a la Secretaría Nacional de Administración de Bienes en Extinción de Dominio, que asigne varios inmuebles decomisados al narco para las posibles cuarentenas.
Además de la falta de prevención, el Presidente aceptó que el Gobierno carece de control de los puntos ciegos en las fronteras, por donde circulan diariamente cientos de migrantes que podrían ser transmisores involuntarios de cualquier enfermedad.
El presidente Giammattei, como el Director de la OMS y el Gobierno de EE. UU., dan por hecho que el Covid-19 es imparable y, muy probablemente, llegará a muchos países. Lo preocupante es que este tipo de influenza sería mortal para los miles de niños desnutridos que pudieran ser contagiados en Guatemala, pues carecen de sistemas inmunológicos fuertes, debido a la corrupción, la exclusión, la explotación y el racismo.
Con la propagación del Covid-19 se exacerbó la xenofobia contra la población china, tanto en Asia como en Occidente, aversión que data de siglos atrás. En varios países les llaman “virus” o terroristas, y en Europa y Estados Unidos han agredido verbal y físicamente a personas solamente por su apariencia física asiática. Como suele suceder, las sociedades deformadas por el racismo sacan sus miasmas cuando hay una crisis.
Todo lo anterior ha llevado a poner en boga las tesis conspirativas sobre que los contagios virales son intencionales, dirigidos contra países determinados. La OMS ya ha advertido sobre la llamada «infodemia», una pandemia de informaciones falsas, que se está propagando más rápido que el virus. La desinformación corre a gran velocidad en muchos idiomas, generando falta de confianza en un momento en el que es imprescindible la transparencia y la solidaridad.
Los bulos o fake news circulan masivamente y sin control por las redes sociales, y una ciudadanía mundial, sin formación política, las réplicas a diestra y siniestra sin investigar, generando gran confusión.
Deberíamos recordar que la humanidad ha llegado al Siglo XXI gracias a la cooperación social, y tendríamos que viralizar la solidaridad y el humanismo, para frenar las peores pandemias modernas: el individualismo y el egoísmo.