No cabe la menor duda de la podredumbre que marca el proceso de elección de los magistrados para las Cortes del país y la burda participación de Gustavo Alejos, como coordinador, no sólo del amaño en las Comisiones de Postulación sino del mismo Congreso en el que jugó un papel protagónico con su pariente Felipe Alejos, Sandra Torres, la gente de Mario Estrada y el partido de gobierno para comprar votos para la integración de la Junta Directiva con la mayoría que orquestaron, no permiten hacerse ilusiones de que ahora, cuando ya terminaron las postuladoras, en el Congreso se pueda remediar el daño.
Es indispensable que se entienda la absoluta necesidad de una reforma constitucional que modifique el procedimiento de elección de las Cortes porque no puede perpetuarse este modelo de cooptación de la justicia realizada visible y descaradamente por un presidiario que tiene que responder ante la justicia por señalamientos de corrupción. Los que se entrevistaron con Alejos ni siquiera muestran vergüenza por sus actuaciones y se escudan en el argumento de que estaban visitando a algún amigo en el Hospital que se prestó para convertirse en la oficinita de Alejos donde compró voluntades para armar Cortes a su gusto con gente que asumió con él el compromiso de garantizar impunidad.
Uno entiende que haya personas y medios de comunicación que minimizan y hasta silencian el caso Alejos porque sus tentáculos y billetes llegan muy lejos o porque comparten las ansias de impunidad. Pero es indispensable que la ciudadanía reaccione porque condenar al país a sufrir durante al menos cinco años con un sistema de justicia viciado, porque los seleccionados son justamente los que se comprometieron a burlar la justicia, sería una grave irresponsabilidad. Venir hoy a urgir a que se elijan los magistrados en estas condiciones es evidentemente inmoral, pero también puede ser inmoral el silencio de los buenos que están viendo el despeñadero al que los llevan quienes quieren consolidar el imperio de la corrupción y no dicen nada.
El detalle de cómo operaba un preso, burlando descaradamente esa condición para actuar como el mayor operador de las mafias que se aseguraron ya el control de las Cortes para que operen en su beneficio, pasándose por el arco del triunfo el elemental sentido y concepto de la justicia, debiera ser suficiente para detener lo actuado. Confiar en que el Congreso, con la alianza que armó el mismo Gustavo Alejos gracias a la sucia complicidad de los sectores enumerados, pueda elegir a los “mejores” es pecar de incautos o de babosos.