Alfonso Mata

Conocer al individuo, a la población, antes y durante la enfermedad, debería ser el trabajo permanente del salubrista. El principio demanda de cambios radicales de todos, sobre el pensamiento de salud. El salubrista debería conocer a las personas y a la vez sus enfermedades en un momento y lugar determinados y también los impactos sociales, conductuales y comportamientos individuales y colectivos que favorecen las enfermedades y lo que estas afectan. De tal manera que al cuidar un lugar y sus habitantes, el salubrista pasa a ser parte del complejo familiar y social del lugar.

El salubrista es un aventurero. Tiene que definir su campo de conocimiento médico en términos relacionales sociales, ambientales, políticos, financieros entre otros, y eso tiene consecuencias tanto positivas como negativas en su accionar. Positivas: No está atado a una tecnología o conjunto particular de enfermedades y tratamientos. Da a su práctica general, una imprevisibilidad y una necesidad de flexibilidad para adaptarse y aventurarse. Pero en el lado negativo, tenemos que es un enfoque poco valorado en la academia en estos momentos y por una sociedad medicalizada, que quiere resolver el problema de salud a base de medicamentos.

Es evidente que la sociedad moderna, cada vez parece apreciar menos la importancia de actuar sobre las relaciones determinantes, fundamental en la solución de problemas. A eso se suma que dentro de los profesionales médicos, la salud pública se ve en un plano de inferioridad profesional. De tal manera que, el estudiante de medicina y de otras disciplinas de la salud, desde los primeros años universitarios, se siente incómodo con todo lo que choca contra la metáfora que domina la medicina: atención a enfermos, máquinas, medicamentos. Entonces la experiencia salubrista es clasificada de segunda categoría, pues se considera una experiencia que involucra muchos saberes y extraños sentimientos. Las emociones juegan un papel muy importante en la práctica general de un profesional y es inconcebible que su estudio y comprensión esté seriamente descuidada en la formación profesional.

Cuando un médico clínico piensa en la enfermedad que tiene su paciente, piensa en su diagnóstico, tratamiento y evolución y tiene dificultades para pensar la enfermedad como algo separado de la persona que tiene enfrente.

Este rasgo, creo, surge de la intimidad de la relación médico-paciente en la medicina curativa. Cuánto más cerca se está de una persona, más consciente se es de sus particularidades individuales y más difícil será pensar en la enfermedad como categoría, como miembros de una categoría y de que es la categoría la que hay que evitar para que se presente la enfermedad.

Humberto Eco en su novela: “El nombre de la rosa” hace una reflexión sobre el “observar” que resume bien la diferencia entre médico y salubrista: “Si ves algo en la distancia, te contentarás con definirlo como un animal, aunque no sepas si es un caballo o un asno. Cuando te acercas eres capaz de decir que es un caballo, aunque aún no sepas su nombre.  Sólo cuando estás a la distancia adecuada puedes ver que es Brucelo, el caballo del abad, y será pleno el conocimiento, el aprendizaje de lo singular”. Clínico y salubrista son complementarios.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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