David Napoleón Barrientos Girón
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Centroamérica es percibida como un territorio geoestratégico y su interés en él, es por tanto geopolítico, es un territorio clave para la seguridad norteamericana, se localiza en la vecindad de los Estados Unidos, en el plano militar, ante una eventualidad bélica mundial, Centroamérica es asumida como parte de la cuota de poder norteamericano, la esfera de influencia es obvia, su potencialidad interoceánica es valorada geoestratégicamente solo por externos, el canal de Panamá confiere a la región un alto valor estratégico, en fin el valor de la región agrega potencialidades a la visión hegemónica de los Estados Unidos de América y es vista como tal, como el puente que hay que mantener, aspecto que no agrega valor a la misma Centroamérica, que beneficie a sus habitantes propiciando oportunidades para evitar la proliferación del crimen, la migración, entre otros fenómenos sociales. Desde el punto de vista económico, Centroamérica presenta un escaso valor: la inversión extranjera en el área es pobre, los artículos agrícolas que la región produce, por su cantidad y calidad, pueden fácilmente ser obtenidos en otras zonas del mundo, como mercado para los bienes manufacturados es muy baja, además es una región percibida como diversa, desarticulada y caótica, no presenta ningún atractivo geoeconómico, a pesar que cuenta con un recurso hídrico como valor estratégico poco valorado y protegido, las potencialidades han estado subordinadas a una dialéctica socioeconómica y geopolítica que ha desembocado en una “no integración” económica y política de la región, la inserción agroexportadora, el histórico impacto de las bananeras, entre otros temas, son factores constantes en la evolución centroamericana y no un fenómeno del periodo actual, debe agregarse que la aparente ausencia de recursos hace desconocida y oscura la explotación petrolera y de minerales indispensables para la industria.
Si reparamos que existe un parlamento regional “Parlacen” con 28 años de existencia estéril, que no ha materializado absolutamente nada de sus responsabilidades, que sesiona tres veces por mes, que cada integrante gana 4 mil 600 dólares mensuales, con personajes ásperos desde su postulación para integrar dicho foro que además se ha vuelto en un nido de personas que deberían responder penalmente luego de sus ejercicios públicos y que las escasas acciones de integración no provienen de su seno, entendemos entonces el rechazo generalizado que caracteriza su existencia y es percibida como un inútil órgano regional que se ha adueñado a pulso el repudio de la población, su existencia no agrega valor a la región, convirtiéndose esta realidad en una burla a la situación en la que viven sus mayorías.
Hacer emerger a la región y potenciar el valor como angostura que no solo dibuja América sino potencia una plataforma de oportunidades, es tarea de un ente de carácter permanente con representantes de los organismos ejecutivos de cada país; por el contrario, seguir manteniendo este oneroso y ocioso órgano es desconocer las prioridades de los países participantes en el mismo. Este órgano es el vivo ejemplo de la macrocefalia de los aparatos gubernamentales, de la región.