Por Jorge Santos
La tradicional Huelga de Dolores está próxima a cumplir 122 años de existencia y desde hace años este carnaval estudiantil y popular ha perdido el brillo, la sátira crítica que la caracterizaba, lentamente, ha ido dando paso a la vulgarización y al sin sentido que genera violencia y decadencia. El hecho más reciente, entre muchos otros, fue la agresión contra dos estudiantes mujeres, que en un burdo ritual de iniciación fueron obligadas a ingerir bebidas tóxicas y/o drogas para violentarles.
Este proceso de deterioro no es nuevo, desde los años en que fui miembro de la Asociación de Estudiantes Universitarios “Oliverio Castañeda de León” (1998-2000), había serias señales de falta de crítica, de comportamientos abusivos y violentos contra la población y el estudiantado mismo, y procesos tendientes a estimular la corrupción y el mal uso de los recursos gestionados o recolectados en la “talacha”. Sin embargo, y aún bajo la presión y asedio de algunos de los subcomités que pretendían hacer de la Huelga de Dolores un mero carnaval para la subsistencia y enriquecimiento de unos pocos, se logró desarrollar acciones que recuperaron el espíritu y la esencia de la Huelga. Sin embargo hoy, pareciera ser más coherente exigir enterrar todas las actividades de la Huelga de Dolores, en la medida en la que las acciones que dominan su quehacer están vinculadas a actos de violencia, corrupción e impunidad.
A inicios del milenio, tanto la dirigencia del Movimiento Estudiantil Universitario como de la Huelga de Dolores sucumben frente a grupos vinculados a la extrema derecha, conservadora y atrasada, iniciando así un ciclo de asociaciones estudiantiles cercanas a partidos políticos tradicionales, incluso algunos de sus miembros con fuertes vínculos al crimen organizado. Es preciso referir que aún quedan algunos grupos políticos estudiantiles y asociaciones dignos y honrados que pretenden dar vida al legado de defensa gremial y solidario con las causas justas del pueblo guatemalteco. Sin embargo, con el paso de los años la Huelga se ha convertido en una demostración de defensa y práctica de todos los males que aquejan a nuestra sociedad: vulgaridad, avaricia, corrupción, impunidad, machismo y violencia que al final de cuentas acompaña y convive con la corruptela en las autoridades universitarias, encabezadas por el Rector de la Usac y a las elites políticas, económicas y militares que mantienen de cabeza al país.
Al estudiantado sancarlista le quedará, por lo tanto, organizarse, crear y recrear posibilidades dignas que representen a su gremio y rescaten el prestigio en los ámbitos académicos y de compromiso que la Usac tiene como mandato. Antes de ello, enterrar a esta especie de Huelga zombi resulta lo progresista y revolucionario por hacer.
Esta tarea deberá ser asumida por aquellos y aquellas estudiantes que garanticen la responsabilidad, la honestidad, la inclusión, el compromiso académico y la solidaridad social con el estudiantado y el pueblo. La esperanza, la alegría, la felicidad y la vista puesta en el futuro deberá ser el pilar fundamental del quehacer de la lucha estudiantil.