Por LORI HINNANT
PARÍS
Agencia (AP)
Lola Salines aceptó de buena gana una entrada de último minuto a un concierto que le dio un amigo la noche del 13 de noviembre del 2015. A los 28 años, esta parisina ya tenía su propia colección en una prestigiosa editorial francesa, iba a nadar en una piscina con su padre durante el almuerzo y salía con el técnico de su equipo aficionado de roller derby. Su padre describió su actividad deportiva como «un momento de emoción y felicidad».
Ella y Samy Amimour tenían la misma edad y habían nacido en la misma ciudad. Luego de que él y otros dos miembros de la organización Estado Islámico irrumpieron en el concierto del teatro Bataclan esa noche, abriendo fuego contra la multitud y matando a 90 personas, se hizo evidente lo poco en común que tenían él y Lola. Los dos fallecieron esa noche, Lola herida de bala y Samy y los otros dos extremistas abatidos a tiros y por explosiones cuando la policía ingresó al edificio.
Los padres de ambos, Georges Salines y Azdyna Amimour, dicen que los dos perdieron hijos esa noche. Y escribieron un libro juntos, «Il nous reste les mots» (Nos quedan las palabras), publicado este mes en Francia. Se trata de conversaciones entre los dos, iniciadas por Amimour en febrero del 2017, que dieron paso a un diálogo de 207 páginas sobre lo que significa ser padre, la fe y la comunidad.
«Quería hablar con él de lo que pasó, tratar de entender, de ver lo que pensaba él», declaró Amimour a la Associated Press, sentado junto a Salines en la misma editorial donde trabajó Lola como editora.
«Darle mi visión, compartir su dolor, esta tristeza que no lo deja. Y explicarle que yo no soy parte de eso, no soy un terrorista. Mi familia no es una familia de terroristas. Explicarle el camino que tomó mi hijo que hizo que se radicalizase tanto», dijo Amimour.
Salines expresó que aceptó la invitación de Amimour sin pensarlo mucho.
«El hijo de Azdyne Amimour fue uno de los terroristas que participó en el ataque de Bataclan, que fue posiblemente el asesino de mi hija. No tuvo el mismo impacto emocional, pero yo estaba preparado para ese encuentro porque ya me había reunido con las madres de los yijadistas. Y comprendí que ellas también sufrían mucho, lo mismo que yo», manifestó Salines. «Tenía curiosidad por ver lo que decía porque necesitaba entender qué pudo haber radicalizado tanto a un joven francés, musulmán o no, hacerlo yijadista y al final terrorista. Es algo difícil de comprender. Pero es imprescindible entenderlo para poder hacer algo al respecto».
Le tomó 18 horas a Georges Salnes saber qué había sucedido con su hija una noche en que hubo varios ataques coordinados que dejaron 130 personas muertas. Identificó sus restos en la misma morgue donde estaban los de Samy.
Le tomó cuatro días a la policía presentarse en la casa de Amimour en el suburbio de Drancy. Samy se había ido para unirse al Estado Islámico en el 2013 y prácticamente había cortado todo contacto con sus padres. Amimour había perdido la esperanza de volver a verlo. Casi no reconoció a Samy cuando hizo un peligroso viaje a Siria para tratar de hacerlo entrar en razón, lo que no consiguió. Pero jamás pensó en Samy en los caóticos días que siguieron a los ataques. El muchacho estaba catalogado como un terrorista peligroso y, en teoría, las autoridades lo hubieran detenido si trataba de ingresar a Francia.
Mientras que los Salines estuvieron acompañados en su dolor por los amigos de Lola, los Amimour estuvieron mayormente solos.
Poco después de que se fue la policía, alguien golpeó su puerta. «Era un chico joven del barrio, que había ido a decirme que mi hijo era un mártir, un héroe», le indicó Amimour a Salines. «En cierto sentido, quería compartir nuestro dolor y nuestra confusión, pero estaba muy equivocado respecto a lo que yo pensaba».
Aproximadamente al mismo tiempo, la esposa de Samy llamó desde Siria para decirle que había nacido su nieta.
No volvió a saber nada de ella.
«Tengo una nieta en alguna parte. No sé dónde. En Siria o en Irak. No volví a tener contacto con la madre. No sé si está viva o no», djio Amimour.
Él, al igual que Salines, cree que las personas como ella deberían poder volver a Francia, especialmente los menores. La opinión pública francesa se opone mayormente a la repatriación de reclutas de Estado Islámico, pero el gobierno ha estado trayendo a algunos para someterlos a juicio.
«(Los chicos) Son inocentes. Necesitan de alguien que se ocupe de ellos. Algunos vivieron cosas muy traumáticas, otros fueron adoctrinados. Se les han hecho cosas horribles a estos chicos. Hasta les han puesto armas en las manos y los han obligado a dispararles a prisioneros», sostuvo Salines. «Tal vez se corra un riesgo, pero traerlos de vuelta a Francia y lidiar con ellos no sería peor que dejarlos en el Medio Oriente y mirar hacia otro lado».
La esperanza es que su libro, subtitulado «Una lección de tolerancia y resistencia», ayude a detener la ola.
«Pronto me di cuenta de que este era un proyecto que nunca se había hecho y que este tipo de diálogo genera reacciones. De lectores y de la sociedad», afirmó Salines. «Surgirán interrogantes, sobre la responsabilidad individual y colectiva, acerca de quiénes son nuestros enemigos y nuestros potenciales aliados. Para mí, es algo esencial».