Arlena Cifuentes
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Mordaza: “pañuelo … con que se tapa la boca para impedir hablar o gritar”.
El 14 de enero por la tarde desapareció la mordaza que me fuera impuesta por mucho tiempo. Ojalá que este Gobierno permita que los ciudadanos podamos expresarnos con entera libertad. No comparto las faltas de respeto, las burlas y caricaturas que van y vienen por las redes sociales como las que circularon sobre la hija del actual Presidente. Me parece una tremenda falta de respeto, que refleja lamentablemente, lo que somos. Una cosa es el ingenio y otra la patanería y la vulgaridad. Volviendo al tema de lo que significa vivir con una mordaza, como ciudadana –ejerzo la ciudadanía– me asiste todo el derecho de expresarme libremente, derecho del que estuve privada durante los últimos dos años. Gracias, muchas gracias, a quien me alentó y me dijo que no dejara de escribir ante la prohibición de expresarme sobre la cosa pública.
El llamado a la “unidad” que Alejandro Giammattei hizo en su discurso de toma posesión, es sin lugar a dudas muy oportuno, condición sine qua non para definir el derrotero de los próximos cuatro años y que legitimaría tanto al gobierno como permitiría al pueblo ejercer su función fiscalizadora. Como lo he manifestado reiteradamente, es imperativo superar el divisionismo existente, tarea difícil, ya que cada quien vela por su bienestar personal. Es la llamada sociedad civil organizada a quien le corresponde tomar la batuta, con un liderazgo probo y comprometido con el bienestar de las mayorías. Para ello sería necesario realizar esfuerzos que permitan apropiarse de una misma agenda, manifestada a una sola voz. La búsqueda de la UNIDAD de criterios es imperativa, las prioridades están muy claras, no hay que definirlas ni descubrir el agua azucarada. Su consecución es un sueño imposible que vale la pena intentar. Solo así podremos coadyuvar a una efectiva fiscalización que como pueblo nos corresponde realizar.
Muy acertada me parece la revocación de los acuerdos y nombramientos realizados de manera desesperada por el anterior gobierno durante los últimos meses de su gestión, cuyo fin era brindar seguridad económica y protección a un grupo de amigos. Por otra parte, está fuera de mi comprensión la actitud asumida en relación al “Acuerdo de Tercer País Seguro”, me parece que están dando traspiés. Si los funcionarios salientes no dejaron el acuerdo físico y sus anexos como era su obligación hacerlo, si se desconocen los alcances de las negociaciones en esta materia, cabe preguntarse en qué se respalda su vigencia, es decir la implementación de los compromisos del mismo. El Gobierno de Giammattei tiene todos los argumentos para objetar su cumplimiento. ¿Qué dice el gobierno de Trump al respecto? Y la ciudadanía –no incluye habitantes– tenemos derecho a saber en qué consisten estas negociaciones y sus alcances; a pesar de toda la indiferencia demostrada.
Lo conducente es deducir las responsabilidades del caso a quienes corresponde. Porqué darle largas a un tema tan delicado y de enormes repercusiones para el país. Así las cosas, procede dejarlo en suspenso o hacer caso omiso del mismo, ya que no se puede terminar o revocar algo que no existe. Se cuenta con los suficientes argumentos de peso para proceder y librar al país de esta pesada carga. Este asunto huele mal desde el inicio. ¿Qué es lo que se esconde?
Definitivamente, no hay que perder la esperanza. Hay temas que no pueden seguir esperando como la desnutrición crónica y la pobreza extrema. Entiendo que como todos Giammattei llega al poder con ataduras; ojalá y en el camino logre desatar algunas, todo por el bien del país. Que su emotividad impregnada en su discurso de toma de posesión sea el reflejo de una fuerza interna que logre sobreponerse a aquellos que quieran impedir la realización de una buena gestión.