Raúl Molina
El día 2 ocurrió la muerte de Ricardo Rosales Román, comandante Carlos González de la URNG, que llegó a ese cargo por ser el Secretario General del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT). Fue un revolucionario cabal en las filas del PGT desde 1963 y, por ende, le tocó vivir en la clandestinidad de dicho partido, que fue ilegalizado como consecuencia de la intervención de Estados Unidos contra Jacobo Árbenz en 1954. Conocí a Don Carlitos cuando la Comandancia General de la URNG desarrollaba labores diplomáticas, particularmente en las Naciones Unidas, y siempre me impresionó y le admiré por sus cualidades humanas y su capacidad de análisis político, lo que también fue reconocido a lo largo de las negociaciones de búsqueda de la paz por la derecha, el CACIF y el alto mando de las fuerzas armadas. No correspondía en absoluto a la imagen de “monstruo come-niños” que la propaganda yanqui había propalado por el continente; de hecho, sí correspondía a los comunistas de verdad, con gran capacidad intelectual y total compromiso con las grandes mayorías del país, que los llevó a arriesgar la vida y, no pocas veces, a ofrendarla. Pocos días atrás murió Aquiles Linares, magistrado suplente del Tribunal Supremo Electoral, quien también había militado en el PGT junto a muchos otros universitarios y universitarias. Se puede hablar del ocaso de una generación de revolucionarios, porque han muerto casi todos los que participaron en la Primavera Democrática, de 1944 a 1954, y también han fallecido muchos de los sobrevivientes del Conflicto Armado Interno y del proceso que llevó a la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera. De hecho, de los cuatro miembros de la Comandancia General de la URNG han muerto Rolando Morán, Gaspar Ilom y ahora Carlos González y de los cuatro firmantes del Acuerdo también murió Jorge Rosal. Esa generación de revolucionarios está en la fase del ocaso; pero la antorcha revolucionaria continúa encendida en manos de generaciones más recientes y, sin duda, la juventud.
Los aportes de la generación revolucionaria han sido extraordinarios, si bien el país no ha logrado romper con la dependencia de Estados Unidos, la opresión oligárquica y la cooptación del Estado. Es más, sostengo que en la década pasada hemos sufrido una profunda regresión, muy lejos de los sueños que las y los revolucionarios plasmaron en escritos y grabaciones. Producto de la imposición del modelo económico neoliberal y el modelo político neocolonial, se ha ido perdiendo la batalla ideológica y a las nuevas generaciones se les trata de subyugar bajo la falsa excusa de que no hay modelos alternativos, falsedad hecha trizas con el estallido social en Chile el pasado 18 de octubre. Se ha abierto la ventana de la transformación radical, no solamente para Guatemala sino que también para toda América. Como me decía una amiga, al mencionar que estamos perdiendo a nuestros referentes, nuestro mejor tributo a su memoria y reconocimiento a su lucha es retomar la vía revolucionaria, con métodos innovadores, sin perder de vista que se trata de un movimiento humano y humanista, que solamente puede triunfar mediante la unidad y la solidaridad.