Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

post author

Alfonso Mata

Un año para un individuo es distancia recorrida importante, tenemos infinitas oportunidades para remodelar nuestras vidas y cambiarlas para mejor, pero no todos por igual; la fuerza de transformación no pega por igual en todos. A la mayoría, el 2019 le llegó muy débil sin sorpresa ni oportunidades de salir de su situación estancada.

Un año en lo político, en que lo único que es diferencial fueron las elecciones, puerta de esperanza de cambiar corrupción e incompetencias del gobierno.

Un año en que lo social deja poco espacio a la acción. Continuamos sin entender que nuestro destino no depende de los políticos y las estrellas, sino de nuestras acciones. Ninguna solución a nuestra conflictividad social, que articula dudas y frustraciones.

Un año en lo económico que, si no fuera por la influencia del trabajo no formal y las remesas, dejaría a la mayoría de la población en condiciones extremas y caóticas, llevando a opiniones y comportamientos aún más extremos.

Dentro de ese panorama, no extraña que vivamos inmersas situaciones funestas individuales como colectivas que se expresan en tragedias humanas de a diario, pues la calidad y el estilo de vida en que vivimos son extremas, generando comportamientos del mismo tipo, dejando a la mayoría sin algo común en que apoyarnos porque ninguno de los extremos es mejor que el otro. Pero ese vivir catastrófico lo que crea, no son soluciones sino temores, que imposibilitan aún más enfrentarse con los desafíos con una visión y mentalidad más grande y que en más de la mitad de la población no va más allá de la lucha por su sobrevivencia.

Los tiempos difíciles están a la vista; no para todos, sí para la mayoría, y en medio de esa tragedia se da la comedia. La forma en que vemos la vida de este y de todos los años, es de indiferencia dentro de un trance de impotencia, pues hemos convertido en hábito el acontecer de nuestro alrededor explicando que: “Otros tienen la culpa”, “otros tienen que tomar la decisión”. Y cuando algunos la toman en serio como los migrantes, héroes que van en busca de mantenernos, los únicos que tratan de hacer algo por mejorar, se les tilda de “delincuentes sociales y económicos”.

Qué hemos vivido entonces este año: soportamos toda clase de fraudes políticos, de la justicia, de fabricantes, de grupos que explotan sus ventajas y prerrogativas, de narcotraficantes y ladrones de toda índole, de agresores sociales en todos los campos delincuenciales. Eso llena el hacer diario periodístico y de medios de comunicación, reproduciendo una y otra vez lo mismo y estamos en una especie de trance permanente, mientras la sociedad y el ambiente se enfrentan a su destrucción brutal.

Pero, y eso es tragicómico, preferimos celebrar, cantar, distraernos y pensar que el mundo es así y dejarlo así. Si los medios nos manipulan, los políticos nos mienten, los jueces son injustos, los comerciantes nos extorsionan e industriales destruyen ambiente y estamos gobernados por reptiles e insectos, eso lo sabemos, pero dar nuestra energía para cambiar eso, eso simplemente no. La única pregunta que cabe es: qué tan rápido vendrá todo.

Artículo anteriorAdiós 2019. Balance superficial
Artículo siguienteRegresión de Guatemala al finalizar la década