Karla Olascoaga Dávila
Académica y escritora

–Deja de empujarme. Si sigues así ya no manejo– le dice Betty a Martina, medio en broma medio en serio.

–Ay disculpa pues… no te estoy empujando, sólo trato de encontrar entre tus pies y los pedales del carro, la manzana que se me acaba de caer. ¡Tan enojada ella! ¿Ya la viste? – dice Martina volteándose a mirar a su primo Rodolfo, que va en el asiento de atrás del carro, de carcajada en carcajada, feliz, así como es él.

–Tranquilas pues chicas… parecen marido y mujer– les dice y se vuelve a poner chinito de la risa.

–Ya, ya está, ya la encontré– y Martina emerge de las profundidades del piso del carro con la roja manzana cual trofeo. –¿Ya lo armaste? –, pregunta al aire.

–Pérate puesss– le contesta el primo ensimismado en armar el cigarrito con el carro en marcha. Se lo acerca a los labios, lo pega con saliva, lo enciende y se lo pasa a Martina en actitud ceremoniosa, como si le estuviera entregando algún fuego sagrado. Se ríe entusiasta porque Martina como prima mayor cuasi hermana, siempre ha sido algo así como su maestra, sólo que en esta ocasión no y eso lo emociona y regocija.

–Vamos a ver a qué sabe esta cosa– dice Martina dirigiéndose a ambos. –Ay qué nervios ¿no?– y le da un codazo a Betty quien por poco pierde el control del auto. –Gordi, no vas a probar? ¿En serio? ¿Sólo porque vas manejando o porque te da miedito?–

–No, ustedes dénle, yo paso– contesta rápido Betty muy concentrada en la autopista playera.

Martina vuelve a mirar hacia atrás y dice guiñando un ojo: –¿Verdad que no se le quita lo “zanahoria”? Anda gordita, sólo una fumadita– insiste y Betty se ríe sonoramente y muy dueña de su decisión.

–Ya, no molesten, yo sólo manejo para que no se vayan a matar, par de drogadictos– y se vuelve a carcajear libremente.

–¿Ya la oíste?– contesta Martina apresuradamente –Nos dijo drogadictos y yo que de olerla por años en el barrio no he pasado… bueno, hasta hoy– y le brillan los ojos por la curiosidad y fascinación que le causa sentirse segura y a salvo de que sea su primo hermano el que la haya conseguido para ella.

–Claro, así suena más serio, ¿no gordi? Ya pues, deja de asustarnos y maneja nomás. Ya no te voy a molestar, I promisse you–

Pero ya entre tanta platicadera, el cigarro se ha apagado y Rodolfo lo pide de regreso para volver a encenderlo: –A ver, dame, lo enciendo de nuevo, ya… ya está el churrito, toma– y se lo vuelve a pasar a Martina.

Ella lo recibe nuevamente y… –Pérate…¿y la manzana? ¡Carajo! Se me cayó otra vez. Oye gordita no frenes tan fuerte que me voy a tragar el winshield–

–¿Ya la oíste?– responde Betty, –¡¡¡winshield!!!… seguro se acaba de aprender la palabra y la está estrenando con nosotros!!!–

–No seas loca hombre– contesta Martina, –tampoco es que sea bruta ¿no?–

–Ya pues primita, fuma esa mierda– Y Martina al fin aspira. –No le des con muchas ganas a la primera– avisa.

–A ver pues…– y sin hacer caso, aspira profundo, largo y dice: –Miren por aquí no hay gente, nos van a asaltar por fumones. ¿Por dónde estamos ahorita Betty? ¿Maranga, San Miguel, El Callao? Ando más perdida que perro en procesión–

– No te preocupes, tu fuma nomás, ¡carajo! Yo manejo– Pasan escasos segundos que se sienten como minutos…

–Mmmmm, no, todavía no siento nada– comenta Martina.

–Típico. Espérate un ratito, no seas desesperada– le responde el primo, mientras ella acomoda su cabeza en el respaldo de su asiento. De pronto, brinca…

–¿Y la manzana?–, dice casi gritando.

– Ya pues cómete de una buena vez la puta manzana– le contesta la amiga/conductora designada.

Martina se apura a decir ya un poco más lentoooo: –Ya, no se molesten. ¿Quieren un mordisco… ¿¿¿de manzana, digo verdad???

–¡Nooooo!– (Betty y Rodolfo al unísono)

–A ver a ver a ver, ponte musiquita ¿no gordita?, insiste Martina tratando de hacerse la animada.

Betty mueve uno, dos botones sin éxito: –esta mierda no sirve, suena cuando le da la gana, ¿a ver? Y nada nuevo pasa en dos instantes. De pronto entra una cancioncita ochentera…

–Ahí, ahí, déjala ahí pues gordi, si sigues moviéndolo lo vas a fregar y no vamos a oír nada.

–Ya, ahí tá– dice resignada, Betty.

Rodolfo un poco aburrido de ver la carretera de la Costa Verde, comenta: –Chicas, ya pasaron como diez minutos, abran las ventanas sino se va a hornear Betty– y ella abre su ventana.

–Ni modo, cuando toca, toca y suelta la carcajada.

Martina interrumpe (como siempre) para hablarle a la manzana: –A ver manzanita, hasta linda te veo– y levanta la vista hacia ellos: –Miren miren, rojita y brillante como la manzana de la madrastra de la Cenicienta… ¿era Cenicienta o Blancanieves?

–¡¡¡Cenicienta!!!– le vuelven a contestar el primo y la amiga casi al unísono.

–¡Nooooo, hombre, era Blancanieves! ¿No se acuerdan que los siete enanos habían salido a cortar leña y la bruja fea aprovechó para disfrazarse de viejecita y le regaló una manzana a…

–¡¡¡Blancanieves!!! (…los tres al unísono…)

–Pues si, era Blancanieves, ¿quieren manzana?

–Noooooo!!!! No queremos manzana.

–Está… mmmmm… deliciosa, es la manzana más rica que he comido en mi vida–

–Ya está “endrogada”– dice entre carcajadas Rodolfo, quien ha fumado cada vez que la prima le ha pasado el “churro”. –¿Viste Betty qué rápido? Y eso que no sentía “naaadaaa”… ¡Ay primitaaaa!

–Ya sabes cómo es ella… – dice Betty. –Oye, ¿qué sientes?– le pregunta a su amiga, a bocajarro.

–No seas morbosa tu gordi, si quieres averiguarlo pruébala ¿no? Pero, en serio chicos, la manzana… ¡está buenísima! No puedo parar de comérmela: sencillamente de-li-cio-sa, ¡deliciosa!

–Tons, ¿te gustó primita? Ya me imaginaba que te iba a gustar. Eres como la tercera chica a la que le “rompo boca”, bueno, así se dice aquí cuando inicias a alguien en el “pedregoso camino de la mota”– y suelta la carcajada… –Ya te tocará romper bocas… es divertido si te lo piden, claro está, ¿verdad?–

Silencio absoluto: un minuto, dos, tres…

–¿Tas bien?, pregunta nuevamente el primo.

–¿Eh? ¿Ah? ¿Es conmigo?… (larga pausa, palabras algo lentas…) ¡Ajá! Si, si toy bien… pero… bien mota, chicos. Me gusta, realmente me gusta ¿eh?, me gusta. Creo que podría llegar a gustarme más de la cuenta… (suspiro laaaargo y profundo, seguido de risas) –Tarados, eso son, unos tarados. Y ahora, ¿de qué se ríen pues?, mejor demos una vuelta por la playa, que rico huele el mar de la Costa Verde de noche, ¿verdad?… ¡Betty!, regrésate y bajemos a la playa: Makaha, Wakiki, Los pavos… ¡quiero ver el mar, olerlo!

–No lo vas a ver monga, es de noche. Pero si te conformas con olerlo y oírlo, ¡vamos pues!–dice Rodolfo: –Si, Betty, vamos, date la vuelta que siento el olor a Callao cerca… y se ríe sonora y libremente… silencio largo y de pronto emerge la cabecita de Martina como volviendo del más allá:

–¿Quieren manzana?, pregunta en broma…

–¡¡¡Noooooo, no queremos manzana!!! (al unísono)

Miraflores, Lima, verano de 1983

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