Danilo Santos
desantos.salazar@gmail.com
Cuando vemos lo que sucede en Latinoamérica actualmente nos podemos dar cuenta que “la violencia brota de la maldición que afecta a todos los que intentan dominar y explotar: dependen absolutamente de aquellos a los que explotan y dominan”. No surge de la “chusma” bochinchera o los campesinos “huevones que todo lo quieren regalado” o de la izquierda radical que se niega a aceptar que no es “capaz de ganar elecciones”. Mucho menos de los indígenas “igualados” que intentan imponer sus ideas… No. Surge del centro mismo del capitalismo, de ahí viene la violencia. Luego se expresa en los choques de indígenas bolivianos contra la “bendecida” fuerza policial y militar. Se ve en las calles de “Santiago ensangrentada” por los carabineros que obedecen ciegamente a ese aparato de control llamado Estado que el capital utiliza para ser violento. Lo vemos en Guatemala cuando se critica al Gobierno y a los funcionarios y se analiza lo retrogrado del Estado que tenemos y nos llaman radicales, nos gritan que las ideologías no existen, nos reprenden diciendo que izquierda y derecha ya no lo son más. Y toda esta violencia que se expresa de muchas maneras en todo el continente, no es otra cosa que lucha de clases. No hay que ser obrero o de izquierda. Igual nos levantamos todas las mañanas para ir a vender nuestra fuerza de trabajo haciendo quizá lo que no nos gusta, pero nos proporciona el “sagrado” dinero para comprar todo lo que es privado y nos han dicho que brindará felicidad a nuestras familias y a nosotros mismos. Todo el que se sienta en conflicto consciente o inconscientemente contra esta manera de cooptar su vida, es germen de lucha, y no hace falta que haya leído a Marx y Engels o que sea miembro del Partido Comunista. Es el capital y los capitalistas (que son de derecha y tienen un sistema de ideas bien definido) quienes nos dicen todos los días “no tienes propiedad, debes venir y trabajar para nosotros; y luego te irás a casa sin propiedad y volverás el día siguiente, y así durante el resto de tu vida y así también para tus hijos y los hijos de tus hijos”. Y es así como el capital se asegura que reproduzcamos no solo mercancías, sino también a las clases sociales. Y cuanto más exitosa es la lucha de clases del capitalismo, más invisible se hace, porque nos “venden” la “normalidad” a través de formas aparentemente neutrales: la propiedad privada, el dinero, ahora la Ley de Dios además de las leyes como parte del entramado jurídico que sostiene y reproduce las ideas capitalistas, y por supuesto, el Estado. Y todo se reduce a respetar todo lo anterior, y cuando nos dicen respetar significa que debemos quedarnos tranquilos mientras nos explotan.
Pues sucede que Latinoamérica está harta y está diciendo alto, no somos cosas, no somos máquinas, no somos “su” propiedad. El ruido que se escucha por todo el continente es el que se produce cuando las clases luchan cara a cara y se deja de pensar que el capitalismo ha vencido.