Fernando Mollinedo C.
Guatemala ha sido sumergida en el ámbito de la privatización según la avaricia y codicia de los empresarios: industriales, agroexportadores, banca y comercio que durante años ha crecido en relación con el crecimiento de la población, con el mismo sistema de explotación para acrecentar su riqueza heredada.
Asimismo, la clase política también creció y por supuesto, con sus muy raras excepciones, ha sido una fuente de corrupción en dos vías: 1) el financiamiento electoral ilícito a cambio de prebendas materiales, legislativas, ejecutivas y hasta en “especie” y 2) los negocios intragubernamentales en contubernio con proveedores.
Es lamentable que los distintos equipos de gobierno no hayan ejercido su función natural de estar en diálogo con la población y preocuparse de los problemas más ingentes como son: salud, tierra y educación; porque sobre esos tres pilares sociales bien pudo estructurarse una sociedad más o menos justa; pero esa responsabilidad fue eludida aduciendo sabotajes, intentos de golpe de Estado, deflación, inflación y cuanta excusa pudo habérseles ocurrido.
Los partidos políticos a través del tiempo no han aportado soluciones a la problemática social; por el contrario, han sido la fuente original de los procesos de corrupción, han esquilmado el erario nacional y se proliferaron como una gangrena social putrefacta guiados por hombres y mujeres desprovistos de cultura, educación, respeto a las leyes y valores humanos que avanzan sin contenerse.
En el mundo social de la mayoría de los segmentos que componen la sociedad guatemalteca, hay esperanza, anhelo de superación, voluntad de trabajo y valentía para afrontar este hoy como el futuro que les fue ofrecido hace varias décadas por los partidos políticos como una de las propuestas políticas que satisfarían sus necesidades. Evidentemente, fue una vil mentira, pues ese futuro prometido es el horripilante hoy que vivimos sumidos en la pobreza social y el enriquecimiento ilícito de los delincuentes de siempre ya señalados.
LA URGENCIA SOCIAL puede escucharse en varias formas: pacífica y violenta. Las demandas sociales están vigentes, demandando cambios profundos en la sociedad y la responsabilidad política de los nuevos diputados será el factor clave para impulsarlos; esperemos que no sean en su mayoría los sirvientes de la oligarquía nacional ni de las empresas transnacionales que siguen actuando como los verdaderos dueños del país.
¿De qué le sirve a la población de clase media tener acceso a comprar electrodomésticos baratos contrastando con el alto precio de las medicinas? ¿Por qué no se ha impulsado con criterios técnicos la instauración en todo el país de las farmacias estatales en vez de favorecer las ventas de productos de marca de los monopolios farmacéuticos transnacionales? Este es el megahueveo del siglo.
¿Para qué, aparatos de telefonía celular inteligente cuando los gobernantes siempre actúan con criterios políticos de hace ochenta años? Queremos una Guatemala con políticas nuevas que den oportunidad y dignidad a la población ¡¡Ya no más corrupción!!