Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

El día jueves en México se vivió algo insólito puesto que Ovidio Guzmán, uno de los tres hijos de “El Chapo” fue localizado en una vivienda en Culiacán y sobre él pesaba una orden de captura.

Dijeron las autoridades que tras localizarlo, junto a otras tres personas, grupos de delincuencia organizada rodearon el lugar con “más fuerza” que la de los militares y sembraron pánico en diversos puntos de la ciudad, por lo que el Gobierno optó por detener el operativo y liberar a Guzmán, reportó AP.

“No puede valer más la captura de un delincuente que la vida de las personas” dijo Andrés Manuel López Obrador y seguramente no será el último caso de alguien que viéndose acorralado, haga estallar violencia en la ciudad para obligar a dar marcha atrás al Gobierno en lo que empieza a ser un peligroso antecedente que puede socavar gravemente la autoridad.

Los incidentes del jueves en México me han dejado pensando y salvo la violencia (por ahora) veo mucha similitud con la ofensiva que aquí en Guatemala han lanzado algunos grupos y personas en contra de las personas y las acciones que los llevaron a enfrentar la justicia y que evidenciaron la podredumbre del sistema.

Han generado ofensivas en contra de jueces, fiscales, periodistas y todos aquellos que se han animado a señalar los vicios de un sistema que es indefendible en busca de tener su “liberación” como la del hijo de Guzmán Loera.

Aquí no recurrieron a las balas para causar pánico, pero sí revivieron los fantasmas ideológicos que generaron una terrible polarización que nos ha dividido aún más y nos ha hundido en un pantano del que no somos capaces de movernos.

Recurren al “sicariato” de las redes sociales por medio del cual pretenden generar los acosos necesarios para que algunos abandonen las andadas y han generado una narrativa haciendo querer ver a la gente que lo malo no son delitos que se comenten sino el solo hecho que los persigan por ello.

Ha sido tal la presión generada que ha provocado en algunos asfixia financiera que los ha llevado a doblar las manos y salir a pedir perdón para contar de nuevo con los recursos de aquellos que, con tal de salvarse y regresar al pasado que controlaban, han estado dispuestos a desbaratar cualquier cosa que los haga sentir vulnerables.

En México el Estado buscó capturar al Jr. del Chapo y en Guatemala ha sido el mismo Estado el que ha liderado esa lucha por cimentar las bases de impunidad y corrupción y han usado a los tres poderes del Estado como operadores fundamentales de esa intención para mantener al Estado capturado.

Dios nos libre que, encima de todo, terminen recurriendo a la violencia. Por ahora les ha valido agobiar a jueces y fiscales, principalmente, y en eso han contado con el apoyo de quienes estarían llamados a defenderlos (Organismo Judicial y el Ministerio Público).

Así como en México el crimen organizado pensó que si sembraban pánico lograrían el objetivo, en Guatemala han estado dispuestos a todo, aun sabiendo que con sus acciones van en contra de la economía, de la certeza jurídica, el Estado de Derecho y de la misma competitividad que les preocupa, la que ya lograron bajar 20 puestos en estos últimos cuatro años de alianzas que quedarán para la historia.

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