Fernando Mollinedo C.
Nunca, mientras nos dure la vida, podremos salir adelante sin el esfuerzo categórico de la población que pide y merece un mejor futuro en el sentido amplio de la palabra; es decir, con acceso a los bienes y servicios que en el plano privado pueda ofrecerle ese sector; y en el plano público, las oportunidades que el Estado por medio de su estructura administrativa tiene la obligación de brindarle.
Los políticos de diversas tendencias ideológicas están inmersos en el período de transición en el organismo Ejecutivo, en la elección de magistrados y desde ya vislumbran los retos sociales que tendrán al abordar con los problemas que se vienen arrastrando desde tiempos cuasi inmemoriales (la tierra), por lo tanto, cuando asuman el poder, al decidir sobre los mismos, esperamos que sea de la mejor manera posible.
De hecho y por derecho, los nuevos funcionarios tendrán la obligación de atender las diferentes peticiones de todos los sectores que están involucrados en el proceso de desarrollo económico, social, educativo y sanitario del país; por lo tanto, es procedente que antepongan, aunque sea en una pequeña medida los intereses de los sectores que les ayudaron económicamente a llegar a esos puestos para beneficiar a las mayorías que no tienen la culpa o responsabilidad de ser pobres.
Nuestro gran problema no radica solamente en el mal uso que de los bienes públicos han hecho los gobernantes de los tres organismos del Estado: malas inversiones con daños magnificados por la corrupción e ineptitud, la casi nula infraestructura de incentivos para la inversión privada y el envío de señales equivocadas a la opinión pública con el secretismo de las actividades administrativas del Gobierno. Tanto el sector público como el privado tienen una deuda con la población guatemalteca que no ha sido beneficiada de las actividades productivas a gran escala: minerías, hidroeléctricas, puertos y otros que lleven crecimiento económico y prosperidad compartida a los hogares y regiones menos favorecidas.
No se sabe cuánto tiempo de vida tendrá cada persona, no importará el pertenecer a cualquier estrato económico, pero de lo que sí hay seguridad es que, no se llevarán sus riquezas materiales dentro de su ataúd y por ello, mientras llega el momento de partir, aparte de que viven felices con sus riquezas sería loable que pensaran en la desigualdad de oportunidades que existe en Guatemala y puedan aportar algo de sus capitales a las instituciones educativas y de salud que son los rubros más desatendidos por todos los gobiernos.
El presente artículo NO ES PARA PEDIRLE CACAO A LOS GRANDES EMPRESARIOS, es para hacerles un respetuoso llamado de atención y que recapaciten para obtener una mejor productividad en sus negocios con el desempeño de sus trabajadores ganando un salario digno y mejorando las condiciones de trabajo de los obreros y campesinos que les generan sus capitales. Tal vez sea utópico este llamado, pero más de alguno que lo haga verá compensada su inversión económica con mayor y mejor productividad.