Fernando Mollinedo C.
Ayer, el cielo de Guatemala amaneció gris, triste; las calles de la capital inundadas con un silencio mortecino que, para haber sido domingo, muy pocas personas caminaban por sus calles y avenidas, se respiraba un ambiente raro cargado de expectativa, duda, temor, desilusión, amargura e indiferencia.
Desde temprana hora, los guatemaltecos acudieron a las urnas para elegir a la persona que dirigirá los destinos administrativos, políticos y económicos del Estado de Guatemala; los resultados están a la vista: hubo consenso en la población y decidieron su voto a favor de uno de los candidatos, el que la población creyó que puede desempeñar ese trabajo tan delicado.
La victoria electoral que no representa el verdadero sentir de la mayoría de la población, si fue un triunfo para el pequeño grupo de personas que promovieron esa candidatura, puesto que les asegurará una u otra prebenda en compensación por su voto; pero, para la mayoría de la población ¿qué representa la victoria o triunfo del candidato ganador? ¿SIGNIFICARÁ ESA VICTORIA UNA MEJOR CALIDAD DE VIDA para los millones de personas que viven en estado de pobreza, de extrema pobreza en el Corredor Seco o, a quienes aún viven sin conocer siquiera las primeras letras del alfabeto castellano?
¿De qué forma el pueblo se asegura que los planes, proyectos, ofrecimientos, promesas y compromisos asumidos por los candidatos serán cumplidos? ¿Cuál es el verdadero objetivo de los grupos de interés organizados en partidos políticos? ¿El usufructuar el poder de decisión sobre los gastos públicos, decidir a quién o cuáles empresas privadas otorgar contratos millonarios a cambio de comisiones, coimas, mordidas, exacciones ilegales y cohechos?
Por medio de la tremenda red de personas que en calidad de vasallos laboran en la mayoría de las instituciones de la administración estatal y que responden a los intereses económicos de sus jefes, amos, señores financistas electorales; los gobernantes realizan negocios inmorales e ilegales con delincuentes nacionales e internacionales con el fin de acrecentar la incipiente fortuna económica que iniciaron con su participación política y su virtual empeño, cesión y/o regalo del patrimonio y soberanía nacional.
Insisto: ¿Qué ganó la población? ¿Una lámina, una bolsa con alimentos, una gorra, un azadón, una piocha? Para continuar trabajando en las mismísimas condiciones de hace cuatrocientos noventa y dos años ¿seguir sufriendo la marginación, abuso por parte de los terratenientes y funcionarios ignorantes y analfabetos funcionales? ¿Es ese el destino de la población rural?
En cuanto a la población urbana ¿seguirá siendo objeto de la delincuencia organizada y desorganizada, de la delincuencia gubernamental, de los ladrones de cuello blanco agrupados en cámaras y comités, de las gavillas 18 y MS? ¿Seguirá el hueveo de la madera y del jade? ¿Continuarán los bonos presidenciales y militares? ¿Quién o quiénes son los verdaderos dueños de los puertos? ¿En manos de quién están los aeropuertos? ¿Cuál es nuestro destino como 3er País Seguro? ¿QUIÉN GANÓ AYER, ELLOS O NOSOTROS?