Por DAKE KANG y JOE McDONALD
SHANGHÁI
Agencia (AP)
La Casa Blanca aseguró hoy que los negociadores de Estados Unidos y China mantuvieron conversaciones comerciales «constructivas» sobre su guerra arancelaria, después de que el presidente Donald Trump sacudiera los mercados financieros al acusar a Beijing de intentar forzar un estancamiento con la esperanza de que él no sea reelegido en 2020.
La reunión cuyo objetivo era poner fin a una guerra arancelaria por el comercio y la tecnología terminó el miércoles en la tarde, unos 40 minutos antes de lo previsto.
Ninguna de las dos delegaciones habló con los reporteros y el representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, partieron hacia el aeropuerto.
Sin embargo, la portavoz de la Casa Blanca, Stephanie Grisham, dijo en un comunicado horas después que «las reuniones fueron constructivas» y que se espera que las conversaciones se reanuden en Washington en septiembre, aunque no se anunciaron fechas exactas.
Según la declaración, los chinos confirmaron su compromiso con Trump de comprar más exportaciones agrícolas de Estados Unidos, algo sobre lo que Trump puso en duda públicamente.
Los economistas creen poco probable que haya avances sustanciales, pues Washington y Beijing siguen manteniendo las mismas diferencias sobre la política tecnológica y el superávit comercial chino que provocó el colapso de las negociaciones en mayo. Trump y su homólogo Xi Jinping acordaron el mes pasado reanudar los contactos, pero ninguno de los dos gobiernos pareció estar dispuesto a ofrecer grandes concesiones.
La disputa, que nació de la denuncia de Estados Unidos de que China roba tecnología o presiona a las empresas para que la entreguen, afectó a los exportadores en los dos países y alteró el comercio de todo tipo de bienes, desde soya a equipos médicos.
Trump elevó los aranceles a productos chinos valorados en 250 mil millones de dólares, mientras que Beijing respondió gravando las exportaciones estadounidenses a China por valor de 110 mil millones de dólares.
El liderazgo chino se resiste a la presión de Washington para abandonar sus planes de crear industrias líderes en robótica, inteligencia artificial y otras tecnologías, patrocinadas por el Estado. Estados Unidos se queja de que estos esfuerzos se basan en la presión o el robo a empresas extranjeras para que compartan su tecnología.
Por su parte, los negociadores estadounidenses son reacios a ceder a la petición china de levantar los aranceles de inmediato. Trump quiere mantener algunos de los gravámenes para asegurar que Beijing cumple con los acuerdos.
La retórica de los dos bandos se ha endurecido, lo que generó la idea de que los líderes se están preparando para una “guerra de desgaste”.