Arlena Cifuentes
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El señor Trump, presidente de Estado Unidos puede jactarse hoy de haber recibido en bandeja de plata un hermoso regalo: Guatemala. Y digo regalo porque los guatemaltecos, los habitantes de estas tierras no recibiremos nada que nos favorezca; es más, la firma de ese convenio –que conviene al señor Trump– nos condena a vivir en mayor pobreza. Aumentará el número de muertes causadas por el hambre, la desnutrición y la violencia. Tiene potestad sobre un país tercermundista, lo cual ha logrado con muy poco esfuerzo, unos cuantos amagos de ira y amenazas que surtieron rápido efecto poniendo a temblar a un sector privado timorato, sin dignidad. Siempre consideré a Estados Unidos como mi segunda patria, en los más de ocho años que ahí viví jamás fui discriminada, mi vida en lo económico y social transcurrió plácidamente.
Los guatemaltecos debemos olvidarnos de pensar o hablar de SOBERANÍA pues hacerlo sería vergonzoso. Himno Nacional debe ser modificado a no ser que queramos cerrar los ojos a nuestra deplorable realidad. La Real Academia Española se refiere a dicho concepto así, la “Soberanía establece que el poder está en manos del pueblo y que este se ejerce a través del conjunto de órganos de tipo constitucional que son representativos de aquel citado pueblo.” En el Artículo 41 de nuestra Constitución –tampoco responde a nuestra realidad actual– “La soberanía radica en el pueblo” quien la delega en los tres poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial que deberán velar por el desarrollo integral del pueblo que representan.
Que el regalarnos así de fácil sirva cuando menos como un buen ejemplo para el mundo, ejemplo de lo que los pueblos permisivos y los gobiernos pueden hacer y dejar de hacer. Como lo he manifestado con anterioridad somos un pueblo sin dignidad, sin autoestima, desvalorizado totalmente, nunca fuimos capaces de construir identidad. Un pueblo incapaz de luchar por lo que le pertenece.
Qué madre sería capaz de dejar morir de hambre a un hijo aceptando voluntariamente o por temor dárselo a otros sin hacer nada, su responsabilidad primaria es velar por su cría. Qué madre no está dispuesta a pelear como leona para defender a un hijo? En mi ingenuidad, lo mismo debiese suceder con la patria, estar dispuestos a luchar y defender lo que es nuestro. Lo peor de todo es que somos seres inconscientes, sin capacidad de visualizar las consecuencias de lo que hoy estamos permitiendo que suceda, seguramente se lo dejamos al azar o al destino en el que la inmensa mayoría cree, incapaces de imaginar los estragos que la firma de este convenio conllevan.
El Evangelio según San Lucas (11, 1-13) proclamado el pasado domingo dice: “—¿Habrá entre ustedes algún padre qué, cuando su hijo le pida pan le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado le dé una víbora?
La esperanza de un mejor futuro para Guatemala ha pasado a la historia. La posibilidad de que un día pudiésemos erradicar el analfabetismo, de implementar un sistema educativo adecuado a la realidad nacional, del acceso a un Sistema de Salud con mayor cobertura y eficiencia, todo se ha ido al traste en aras de favorecer la campaña electoral del señor Trump.
En conclusión, los pobres serán más pobres y los ricos serán más ricos. Los primeros son tan ilusos que además de abonar a la campaña electoral de Trump también están contribuyendo a abonar en tierra fértil y acelerando nuestra transición a una dictadura al estilo Venezolano.
Cómo vamos a atender a los miles de migrantes en sus demandas de alimentación, salud, vivienda, educación, trabajo si el Estado no ha sido capaz de responder a quienes se debe y son su razón de ser. ¡You really made it Mr. Trump!