Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz

Un poco en actitud desafiante y otro poco sintiendo que acorralaba a quien tenía delante; la persona mayor espetó: –Y usted, ¿cree en Dios?

-De repente si- respondió la otra persona, -pero tal vez no como usted y siendo así, seguramente usted diría que no creo-.

-Uno cree o no cree- sostuvo quien inquiría.

-¿Qué tal que hubiera más de uno? Algunas cosas me hacen pensar en eso-. Un día me siento vengativo y otro generoso, por ejemplo, y actúo así, como si estuviera poseído por fuerzas que me alcanza para llamar emociones, pero que tienen tanto poder, que me hacen ir en contra de cualquier creencia o supuesta convicción.

-A eso me refiero, si usted viviera en el temor de Dios, no cambiaría y siempre sería igual.

-Suena bien, pero al menos yo, me veo a menudo atacando férreamente, aunque sea con mi opinión, a quien se expresa distinto que yo; y eso logra que fácilmente me ponga en algún extremo. Pero ocurre que, con bastante frecuencia, me encuentro entre posiciones que en apariencia son diametralmente opuestas, aunque por estar en los extremos lograrían tocarse si se cerrara un círculo con ellas.

-Por eso la moral, para distinguir entre el bien y el mal.

-Lo único concreto de la moral es la norma, la ley. Todo lo demás deviene de la reflexión, y de la consideración de circunstancias particulares para analizar los contextos y tratar de concluir sin prejuicios. En el tinglado de los acontecimientos humanos y el péndulo que lo recorre, la palabra inscrita es “depende”.

-Por eso estamos como estamos, porque todo es acomodaticio.

-Si se abusa, claro que sí. Pero a lo largo de mi vida, me he dado cuenta que hasta posturas extremas pueden tener alguna partícula de verdad, aunque su intención sea la de polarizar. Es difícil a estas alturas, creer que en la especie humana, unos estén en lo correcto y los otros no. Asumo que, de alguna manera, la tolerancia implica el amor a las diferencias.

-Al fin dijo algo sensato, Dios es amor.

-Me parece bien discurrir por ahí. Si en algo no estamos solos, es en sentirnos solos. De ahí que todos seamos víctimas de nuestra propia importancia y nuestras pequeñas conquistas. Sartre decía que somos una pasión inútil.

-De ahí la importancia de creer en Dios, para no sentirnos vacíos.

-Más que creer, para ponerme en su sintonía, aceptarlo. No rendir culto al culto solo por él culto. Está claro que, desde el principio de la vida, nos habita algo que emerge. Una inmanencia. Digamos que yo nací como algo divino, y que no necesito aprender de un Dios que venga de afuera. Que yo soy un regalo con las baterías incluidas, y si es cierto que la caridad empieza por casa, debo empezar por amarme a mí mismo para tener algo que dar. Y si como usted dice, Dios es amor, estaría con el que más ama.

-Allá usted, pero no se le olvide, deje entrar a Dios en su corazón, Él lo ama.

-Sospecho que a Dios no hay que dejarlo entrar, sino dejarlo salir para que se prodigue. Es parte del terreno de lo invisible, y no se puede explicar con palabras, aunque haya una palabra para nombrarlo.

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