Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Roxana Baldetti es parte de la camada de sindicados que están atrasando las cosas lo más que puedan para llevar juicios sin la presencia de la CICIG y, además, con la esperanza de que la mayoría de Salas de Apelaciones harán el trabajo para el que fueron electas en el 2014 y para el que serán designadas en unos meses por una mayoría en el Congreso que anhela, desea y necesita impunidad. Ayer en el Caso IGSS Pisa fue una buena muestra.
Pero a mucha gente se le olvida que sobre Baldetti pesa un pedido de extradición a Estados Unidos sindicada de conspirar para distribuir cinco o más kilogramos de cocaína con la intención y conocimiento que la droga iba para Estados Unidos. Es importante señalar que la acusan que ella sabía que la droga iba para el país del norte.
Y digo que “pobre”, léase bien el entrecomillado, porque de haber sabido hubiera hecho las del presidente Jimmy Morales que una vez descubierto comiendo con quien luego se fue a entregar o lo capturaron sindicado de narcotráfico, Mario Estrada, se puso aún más de perro faldero de Trump, porque ya lo había hecho para tener su bendición y poder socavar la lucha contra la corrupción en Guatemala.
Si alguien tenía influencia en Otto Pérez Molina era ella y nada le hubiera costado poner al entonces Presidente a desfilar para ir a ofrecer lo mismo o más de lo que está haciendo Morales y hasta para Pérez hubiera sido más fácil porque no se llenó la boca (ejerciendo la Presidencia) con el tema de la soberanía, que ha resultado ser la paja más grande de la historia del país.
Solo Morales, los asistentes al almuerzo y seguramente los americanos saben exactamente qué pasó, qué se dijo, qué se ofreció y como han logrado encontrar en Guatemala una ruta casi perfecta para el trasiego, pero algo importante sucedió que hizo al Gobierno ofrecer una frontera para ser militarizada por el Ejército de Estados Unidos, la presencia de federales en el país y ser un Tercer País Seguro cuando Guatemala no puede ni atender a sus propios pobres y marginados, pero desea hacerlo con otros menos privilegiados de distintos países.
Los americanos están siendo fieles a su estilo en buena parte de su política exterior que se resume en lo que dijo Roosevelt del ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza, “tal vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta” y ahora están satisfechos con lo que han conseguido de un Gobierno que, siguiendo las rutas que provocan migración masiva, les ha servido para intereses muy especiales.
Por eso siempre estuve de acuerdo con quienes dijeron que quizá la jugada más importante de este Gobierno en ese sentido, fue el traslado de la Embajada de Guatemala a Jerusalén en un momento en el que a Donald Trump le sirvió para lo que él estaba haciendo y las críticas que estaba recibiendo. No importaba si era Guatemala, lo necesario era mostrar que otro país se había aventurado con él y eso fue suficiente para todo lo demás que ha venido.
Yo he insistido que el poder nubla el juicio y que sintiéndose arropados por Washington en su búsqueda de impunidad, en el Gobierno perdieron las formas y el norte. Por eso es que paran en ese famoso almuerzo en el que se comió una gallina con loroco que al país le ha salido tan costosa y que ahora, al menos, le podemos poner un número de Q400 millones con las absurdas inversiones que hizo este Gobierno para, según ellos, “demostrar que combaten al narco”.
Estados Unidos, dentro de su política de estabilidad en la región, ha “chineado” hasta a Juan Orlando Hernández y lo mismo han hecho con Morales, pero ya llegará el 14 a las 14 y veremos qué sucede. Estará por verse si lo que hace este Presidente le salva la cabeza ante los americanos o correrá la misma suerte que Roxana Baldetti.
La potencia decidirá y mandará un mensaje: quien se relacione con gente que manda droga a Estados Unidos estará liberada, sí y solo sí, ponen a todo un país de alfombra a la potencia y, en este tiempo particular, a los berrinches de Trump en el tema migratorio que tanto necesita para la reelección.