Marta Elena Casaús Arzú
Académica e investigadora

Durante los dos últimos meses de campaña electoral, las redes sociales se han visto infectadas de discursos racistas y de odio. Este fenómeno, que no es una primicia de Guatemala, se ha convertido en una forma agresiva de atacar y desprestigiar a aquellos líderes, “influencers cívicos” o blogueros que, por su etnia, religión u orientación sexual tienen unos discursos diferentes y contra hegemónicos y se atreven a expresar en las redes sociales su criterio, su diferente forma de pensar y de apoyar la pluralidad de etnia, clase, religión o género.

En otros casos, es un discurso destinado a difundir comentarios racistas o de odio contra colectivos que, por su condición de etnia, raza, religión u orientación sexual o simplemente por el hecho de ser inmigrantes o no pertenecer al grupo dominante del país, se les considera indeseables, inferiores o desechables y, por eso mismo, son sujetos de agresión verbal o física.

En otras palabras, el surgimiento de un discurso ideológico racista o propio de la ideología de la supremacía blanca, que se ha impuesto en las grandes potencias, como Estados Unidos, Rusia o en la propia Europa, como una forma de depreciar, desprestigiar y excluir al otro, ya sea física, jurídica o económicamente, vuelve a emerger de una forma inusitada en casi todo el resto del mundo.

Estos discursos y las prácticas racistas se expresan en casi todas las plataformas de las redes sociales, especialmente en Facebook, Twitter o Instagram y YouTube y pueden tener dos modalidades: la discursiva de la agresión verbal, insulto y humillación a los acosados y la de la incitación al odio mediante palabras o acciones que llaman a acciones violentas o que incitan al pánico o a la agresión física contra algunos colectivos.

En la jerga cibernética reciben el nombre de cyber-hate, ciber-odio o cyber-racism, ciber-racismo, lo que significa la dispersión del odio y del racismo a través de las tecnologías modernas de la comunicación, en donde el anonimato y la inmediatez de la respuesta enardece aún más los discursos o las prácticas discriminatorias en contra de minorías que, muchas veces, no son tales y que representan, como en el caso de Guatemala, amplias mayorías de la población.

Guatemala no se ha visto libre de esta plaga en la medida en que, histórica y estructuralmente siempre ha padecido un racismo manifiesto y brutal, que las élites de poder y la ideología dominante han expresado de diferentes formas y manifestaciones a lo largo de la historia y que se ha exacerbado cuando se producen crisis de dominación o situaciones de miedo y desconfianza. Entonces es cuando el racismo y el discurso del odio emerge con virulencia hasta alcanzar su grado máximo de expresión, como es el genocidio, tal y como lo he expresado en múltiples ocasiones y artículos.

En los últimos meses, con motivo de una investigación que estamos realizando sobre discursos racistas y de odio en las redes, hemos estado analizando varias plataformas para comprobar quiénes eran los sujetos que recibían más insultos y agresiones, si eran hombres o mujeres mayas y/o mestizo- ladinos; así como quién era el objetivo prioritario de estos insultos; qué porcentaje de seguidores y de respuestas tenían estos comentarios; con qué grado de frecuencia se manifestaban esas prácticas racistas y qué hechos o acontecimientos los provocaban.

Resulta interesante destacar que los niveles de racismo y discriminación a lo largo de estos dos meses eran ya increíblemente altos, en comparación con otros países de la región. Los insultos y las provocaciones machistas y racistas contra los indígenas y las mujeres eran elevados, empleando casi siempre epítetos, estereotipos y prejuicios étnico-raciales muy hirientes y humillantes contra las mujeres mayas, como: “resentidas, abusivas, ignorantes, pendejas, manipuladoras, terroristas” o claramente insultos y expresiones de odio como, “india cerota, india de mierda, pinche india, pata rajada”.

Asimismo, pudimos observar que aquellas mujeres mayas que escribían en la prensa o eran activistas y defensoras de los derechos humanos, de género o etnia y que tenían cierta notoriedad eran los blancos preferidos, no solo de las agresiones verbales individuales sino de acoso y de discursos de odio proferidos por los netcenters o granjas de trollers, dirigidos especialmente en contra de ellas.

Mujeres mayas valientes, ilustradas y bien informadas, cuyo único pecado era expresar lo que pensaban sobre diferentes temáticas de la realidad nacional y formular su visión contra hegemónica del racismo, la corrupción y la discriminación; intelectuales de renombre nacional e internacional, como Irma Alicia Velásquez, María Aguilar, Sandra Xinico, Andrea y Lucía Ixchiú o , como en el caso de una de nuestras mejores cantantes, Sara Currichich; con ellas se ha cebado el acoso y las expresiones de odio de una forma visceral y descarnada, creando con ello un clima de violencia e intimidación.

Pero nada comparado con la llegada de Thelma Cabrera a la palestra política a disputar la candidatura para la Presidencia de la República: cómo una “pinche india ignorante y sin estudios podía osar a presentarse al cargo más alto de la nación”; “sin estudios ni conocimientos ni experiencia”, cómo era posible que “una india que hereda de los mayas lo retrógrado de su civilización osa a ocupar dicho cargo”; cómo es posible que “una pata rajada”, que “trata de dividir a las razas y los guatemaltecos”, “una mujer que no tiene capacidad intelectual” y que además, “es títere de otras personas”… “carece de letras y educación académica y que, además,… “roba la energía eléctrica del país” y que, para colmo, “vende verduras y es tomatera” ¡Qué osadía y qué desfachatez!

Durante los últimos meses de la campaña electoral, el ciber racismo y el ciber odio se dispararon de forma exponencial, como no lo había percibido desde el juicio por genocidio en contra del General Ríos Montt, en el 2013, y los fantasmas y miedos del indio insurrecto que baja de las montañas para cortarnos las cabelleras, vuelven a emerger de manera inusitada en todas las plataformas. El imaginario del indio y, en este caso, de “la india vengativa e insurrecta” llega a niveles insólitos a su persona y hacia todas las activistas e influencers que la apoyan, y que, casualmente, son en buena parte mujeres mayas con una formación académica y profesional incuestionable. Eso no importa, al fin y al cabo, con estudios o sin estudios”: “son pinches indias resentidas”.

Frente a este despliegue de racismo, odio y humillación, surgen los tópicos y mantras de los guatemaltecos “decentes y de buena conciencia”: “las razas no existen”, “tan racistas son los ladinos como los indios”, “dejemos de hablar de racismo”, “todos somos guatemaltecos”, “no fomentemos el odio y el resentimiento” y un largo etcétera, que no conduce a nada más que a encubrir un problema que debemos abordar entre todos los guatemaltecos/as y es el reconocimiento de nuestra diversidad étnico-cultural y el respeto a todos los Pueblos mayas, garífunas, xincas y mestizo-ladinos.

Sin embargo, he percibido un gran cambio en toda esta campaña de desprestigio y desinformación: frente a los discursos racistas y las expresiones de odio, hacia estas mujeres mayas y, en especial, hacia Thelma Cabrera, las respuestas y los comentarios favorables y de apoyo han sido considerables. Una buena parte de los blogs han salido en defensa de su persona y de su identidad como mujer maya y en defensa de los derechos de género, clase y etnia, así como ha sido muy contundente la respuesta contra este tipo de expresiones de racismo y odio cibernético

Esta nueva exacerbación del racismo en las redes nos obliga a volver a reflexionar acerca de la enorme carga emocional, ideológica y política que tiene el racismo y en la necesidad de contrarrestarlo en todas las redes, plataformas en línea y también en la prensa. La razón es que es una de nuestras mayores lacras y no podemos ni debemos dejar pasar ni un solo comentario de esta naturaleza; tenemos que responder en las redes con la misma fuerza e intensidad con la que los racistas que, por cierto nunca se consideran racistas, atacan, agreden e insultan a una buena parte de la población por el hecho de que es mujer maya, por no someterse al poder establecido ni a las reglas de la subalternidad y no comportarse como “ una buena india sumisa y obediente”.

Es nuestra obligación, como ciudadanos/as mayas ladinos y mestizos, mujeres u hombres, dar una respuesta contundente contra del racismo y el machismo; pero – considero – que ya la hemos dado, en parte, con nuestro voto trasversal a partidos no vinculados con la corrupción, logrando que Thelma Cabrera fuera una de las candidatas más votadas, a pesar de los ataques de ciber odio y de las campañas de desprestigio, y que lo fuera por encima de muchos candidatos que lo tenían todo: apellido, redes familiares y dinero para la campaña. No obstante, tendremos que seguir combatiendo el odio y la intolerancia en las redes sociales porque degradan, intimidan y promueven la violencia y el racismo.

Presentación

El racismo, desafortunadamente, es una especie de segunda naturaleza en Guatemala.  Los estudios muestran cómo sus diversas expresiones aparecen no solo desde nuestra conducta excluyente, sino, y quizá, sobre todo, en los discursos en que nos posicionamos con aires de superioridad frente al que juzgamos menor.  Probablemente no lo veamos, pero queda patente en los análisis discursivos de los investigadores.

Marta Elena Casaús Arzú es una de esas tenaces estudiosas que ha develado las relaciones desiguales y violentas en la que se mueve la sociedad guatemalteca y que marcan la cotidianidad en esa dinámica compleja de nuestra urdimbre social.  Más allá de la elaboración crítica, apunta a la conciencia con afanes de transformación conductual como vía de cambio.  Reconociendo que Guatemala no puede seguir por la senda recorrida hasta ahora.

El texto de Casaús Arzú analiza “la exacerbación del racismo y de los discursos de odio” en el contexto del reciente proceso electoral guatemalteco.  Mientras no deja de asombrarse por el resentimiento esparcido en las redes sociales, rescata algunos signos positivos que revelan avances en las relaciones entre la ciudadanía del país.

“Sin embargo, he percibido un gran cambio en toda esta campaña de desprestigio y desinformación: frente a los discursos racistas y las expresiones de odio, hacia estas mujeres mayas y, en especial, hacia Thelma Cabrera, las respuestas y los comentarios favorables y de apoyo han sido considerables. Una buena parte de los blogs han salido en defensa de su persona y de su identidad como mujer maya y en defensa de los derechos de género, clase y etnia, así como ha sido muy contundente la respuesta contra este tipo de expresiones de racismo y odio cibernético”.

Como en nuestras ediciones anteriores, deseamos que disfrute nuestra propuesta cultural.  Para ello, le recomendamos los textos de Miguel Flores, Enán Moreno, Vicente Vásquez y José Manuel Monterroso.  Los autores expresan sus criterios estéticos, ejercen la crítica literaria y se solazan desde las letras en sus diversos géneros.  Que disfrute cada uno de los contenidos sugeridos.  Hasta la próxima.

Artículo anteriorEl libro Náufrago, mar de palabras que espera detrás del silencio
Artículo siguienteTras mes débil, fuerte aumento en contrataciones en EE. UU.