José Manuel Monterroso
Académico universitario

[…]
pero cuando estos ojos se hartan de baldosas
y esperan entre el llano y las colinas
o en calles que se cierran en más calles
entonces sí me siento náufrago
y solo el mar puede salvarme.
(Mario Benedetti, El silencio del mar)

Sin que hubiera transcurrido un año de la presentación de Náufrago, primera obra literaria escrita por Luis Pedro Paz Coronado, ocho de los poemas que la conforman resultaron merecedores de ser publicados en la revista «Crear en Salamanca». De esta cuenta y como un tributo a la creación poética de Luis Pedro -periodista, maestro y amigo-, presentamos en las siguientes líneas algunas reflexiones fruto de la navegación en el inmenso mar de las palabras que, tomando vida, se integran para convertirse en un libro de poemas.

1. El autor
Luis Pedro Paz Coronado. Licenciado en Ciencias de la Comunicación, egresado de la Universidad Rafael Landívar. Su trabajo de graduación es un estudio sistemático de varias columnas de opinión escritas por tres mujeres guatemaltecas. Gracias al método de análisis intertextual que utilizó, pudo descubrir y caracterizar el discurso femenino en Guatemala, así como determinar que el mismo se ha convertido, en primer lugar, en un medio de lucha por la emancipación sexual de la mujer guatemalteca, subyugada muchas veces a la hegemonía patriarcal; en segundo lugar, en denuncia basada en el testimonio y, por último, en la expresión misma de la ideología femenina.

2. El mar de las palabras
Tal como lo dijimos al inicio, en esta ocasión presentamos una breve reseña sobre el primer trabajo literario publicado por Luis Pedro: un libro de poemas. Su título, en una sola palabra, se convierte en una premonición de la estructura y contenido de la obra: Náufrago.
Desde los primeros versos, el libro se convierte en un aventurado viaje a través de un tormentoso mar lleno de insondables sentimientos. La barca, es decir, la vida misma, por momentos parece zozobrar, pero la esperanza de llegar a puerto seguro la mantiene en vilo. Sus tripulantes por momentos sufren los embates de las tormentas de la ausencia y la soledad. Sin embargo, el sol del amor sincero disipa las tinieblas y les permite llegar a puerto seguro. En medio del naufragio, brilla la luz de la esperanza y se puede descubrir que no todo está perdido. Las olas que algunas veces amenazan con destruir la embarcación, de pronto se convierten en impulso para llegar a tierra firme.
Dicho de otra manera, la lectura del libro muy pronto se convierte, para quien la realiza, en un viaje por el inmenso mar formado por cada una de las palabras (gotas de agua) que, organizadas en diversos poemas (olas), hacen que la embarcación (la vida) transite por una serie de islotes y corales llenos de belleza, los cuales van despertando en el viajero muchos e impredecibles sentimientos.

Entrar a la mar es enfrentar el miedo de encontrarse cara a cara con el ser amado. Tengo miedo de vos y de mí, nos dice el poeta en uno de los primeros versos. Es sentir la incomodidad del silencio y del estar sentados/ espalda con espalda y que por mucho tiempo pueda más el yo que el nosotros, a la espera de un mañana que por momentos pareciera no llegar.
La segunda parte del libro inicia con un poema que a nuestro criterio es clave para entender el sentido más profundo que el autor desea darle a la palabra “náufrago”; algo de lo cual nadie puede escapar. Todos, de una manera o de otra, somos eso: náufragos. Somos velas en el mar/ barcos a la deriva/ víctimas del viento/ que no es nuestro/ que nunca es nuestro […] somos el sol que se hunde a media asta/ el horizonte cercano/ que se diluye con los sueños/ las gaviotas/ los anhelos/ que aún saben volar a ras del mar.
Pero el viaje en alta mar continúa. El encuentro con el ser amado se va haciendo cada vez más profundo. Hablar y verse a los ojos se convierten en la fundamental manera de conocerse mutuamente. La línea verde de tus ojos es mi augurio/ cuando de noche rescato del naufragio/ una última palabra […] el recuerdo/ la línea verde de sus ojos/ mi presagio/ mi razón para seguir viviendo.
Y el viaje no solo es por el mar. También es “hacia” el otro, hacia el ser amado. De forma muy hermosa, el poeta describe muchas facetas de este viaje hacia lo profundo y misterioso de la persona amada. El erotismo surge entonces como un delicioso perfume que envuelve con su fragancia el viaje y el encuentro. Tus pechos/ son los primeros apuntes de la noche/ en esta hoja blanca/ tu cuerpo/ tus besos de tinta china/ el trazo de tus manos/ la oscuridad/ que nos encierra/ la premura tus labios/ recorriéndome/ la sombra/ la certeza de tus ojos/ el parteaguas de tu vientre/ y el oleaje que revienta/ la mar partida en dos. Y más adelante el poeta, refiriéndose a este mismo viaje, nos dice que es un adentrarme en el mar interno/ que gobierna el tejido palpitante de tu vientre […]
Sin embargo, en el viaje no todo es color de rosa. Surgen, cual tormentas y nubarrones, los desencuentros con la persona amada. Así lo expresa el poeta en los siguientes versos: Puedes llevártelo todo/ los recuerdos/ las palabras/ las fotografías/ […] pero los besos de niña que dejaste en mi mejilla/ déjalos conmigo/ deja que se queden para siempre tatuados/ para que pueda soportar tu ausencia/ para que reconozcas mi rostro/ el día que decidas volver.
Es entonces cuando el insomnio, causado por los recuerdos, surge en el viaje. Mantenerse en vilo es volver a otra realidad. Migro de vos/ abandono tu cuerpo/ como las aves/ que vuelan/ en busca de climas más agradecidos/ […] porque volver es la razón que da sentido al exiliado/ a la patria. El exilio del otro, “salir de vos” es ausentarse, dejar atrás lo vivido. Así, el exilio surge como una forma de ver la realidad social. Es como despertar de un idílico sueño (el éxtasis, la pasión) y encontrarse con que, además del mar, también hay tierra firme. Es volver a vivir la vida fuera del mar, la vida de la humanidad.
El deseo más sublime del poeta se hace realidad “bajo el amparo de las letras”. Las galaxias que solía dibujar sobre tu cuerpo/ se tornaron marrones/ amorfas/ los barcos dejaron de izar sus banderas blancas/ al llegar a puerto […] En la palabra hecha poesía, los sueños y deseos del poeta toman forma, se hacen realidad. Que la palabra sea el signo que nos nombre/ el día de nuestro nacimiento/ la voz que nos reclame del averno/ el péndulo que nos devuelva/ a esos territorios […] que la poesía nos salve del diario morir/ de la farsa la democracia la monarquía las dictaduras de papel/ que el aleph nos proteja/ de la censura/ lanzas del silencio/ la ceguera/ que la vida nos encuentre/ haciendo el amor/ sobre el mar/ acurrucados en los pliegues internos de la Luna.
El ir y venir, el vaivén de las olas, la presencia y la ausencia son temas recurrentes en el Náufrago. Al final, será en el mar nuestro final, porque el amor, la vida, al igual que el inmenso manto de agua, son y están siempre en movimiento y danzan al compás de las olas. El misterio, la incertidumbre, la inseguridad harán de nosotros “náufragos eternos”.
Crédito de las fotos: Eduardo García

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