Tras la realización extremadamente trabajada de una estrategia para eliminar todo tipo de riesgos, las elecciones del pasado domingo resultaron en la consolidación temporal del sistema político tan cuestionado por la amplia corrupción y el deterioro de toda la institucionalidad, empezando por el que deviene de la correcta administración de la justicia. Por supuesto que pudo ser peor si les funcionaba el fraude perpetrado mediante la erogación de fondos públicos para la compra de votos, pero de todos modos, los que sentían pasos de animal grande por el avance de la lucha contra la impunidad, hoy pueden respirar y dormir tranquilos porque le lograron poner la tapa al pomo.
No encontramos otra forma de ver el resultado de las elecciones sino como la consolidación del sistema político que no es ni del pueblo, ni por el pueblo ni para el pueblo, sino que es y funciona para el financista que se sabe recetar privilegios como consecuencia de sus aportes que desde hace muchos años le permiten ejercer el verdadero control y dictar el mandato único y efectivo en nuestra mal llamada democracia.
Y la ciudadanía así lo quiso y ratificó su indiferencia que se hizo patética cuando los grandes grupos de poder acudieron a la polarización para detener la lucha contra la corrupción que debía tener como punto de partida el fin de la CICIG. Porque aquel entusiasmo ciudadano de abril de 2015, cuando se abarrotaba la plaza pidiendo cárcel para los corruptos, se esfumó cuando los sindicados dejaron de ser sólo políticos y empezaron a aparecer los rostros “respetables”.
A partir de entonces empezó el esfuerzo por evitar el descalabro del sistema y se ejecutó de manera precisa el plan que culminó el domingo con la ganancia de ese sistema que, incólume, ha superado por ahora su prueba más difícil. Cierto que se le presentan nubarrones, pero los actores sienten confianza en que su unión, que fue granítica a lo largo de esa dura prueba en la que fueron sentados en el banquillo, les permitirá ir neutralizando los brotes de malestar y descontento, confiando en que la ciudadanía volverá a aceptar tanto sus condiciones como sus formas de elecciones.
Al fin y al cabo tienen la prostituida institucionalidad de su lado y ahora afinarán la puntería para asegurar que en el Sistema de Justicia no se cuele nadie que pueda poner en peligro el régimen de impunidad que con tanto esfuerzo y empeño se logró construir y que con tanto sobresalto debieron rescatar ante los avances de esa CICIG que les terminó por ser odiosa.