Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Ayer el mismo Donald Trump anunció que está ya por firmarse un acuerdo con Guatemala para que este país funcione como “Tercer País Seguro” en el que deberán permanecer todos los que quieren migrar en tanto se tramita su solicitud de asilo o refugio. En otras palabras, Estados Unidos puede negarse a conceder automáticamente asilo a alguna persona y remitirla, de acuerdo a los términos de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, a ese Tercer País Seguro, en donde deberán permanecer en calidad de refugiados mientras se tramita su solicitud en Estados Unidos.

En el 2002 se estableció con Canadá el único acuerdo vigente de Tercer País Seguro que tiene Estados Unidos y mediante el mismo se logró reducir la presión de solicitudes de asilo o refugio que se presentaban en la Frontera Norte. Esa experiencia ha alentado a la administración Trump a buscar un acuerdo igual con México, pero el gobierno de López Obrador ha preferido incrementar los controles en la frontera con Guatemala para no tener que hacerse cargo de la atención a cientos de miles de refugiados.

Porque el Tercer País Seguro tiene que ofrecer “protecciones básicas, un estatus legal, autorización de trabajo y servicios sociales básicos”, pero además tiene que garantizar la vida y la libertad de las personas, donde no haya persecuciones por motivos de raza, religión, opinión política, nacionalidad o por su pertenencia a un grupo social en particular. Pero, como el concepto lo implica, tiene que ser fundamentalmente un sitio seguro y en Estados Unidos se recuerda que mucha gente huye de las pandillas y las extorsiones y que obligarlos a quedarse en Guatemala implica exponerlos a las mismas amenazas por las que salen de sus países.

El punto toral y básico es que la cantidad de migrantes se mide por decenas de miles si tomamos en cuenta sólo a los hondureños y salvadoreños, quienes tendrían que permanecer en Guatemala en tanto se resuelve su solicitud de asilo en los Estados Unidos y nuestro país asume obligaciones muy costosas, porque es gente que viene en condiciones precarias y que tendrá enormes necesidades. En otras palabras, se incrementará la cantidad de gente en condiciones de pobreza y si no podemos con los que tenemos en casa, mucho menos podremos dar las atenciones derivadas de un acuerdo de esa naturaleza a quienes vienen de otros países.

Esa es la razón por la que México no ha aceptado la propuesta de Washington de asumir el mismo papel que juega Canadá, donde el flujo de refugiados era muchísimo menor del que se presenta en la Frontera Sur de Estados Unidos. Pero ya sabemos que para el Gobierno de Guatemala lo más importante es que Trump esté contento para que les apañe todos los esfuerzos para que la corrupción siga siendo impune en nuestro país y, en consecuencia, harán lo que el Presidente norteamericano pida con tal de quedar bien. No importan las consecuencias que puedan tener para Guatemala y los guatemaltecos una decisión que debiera ser ampliamente discutida en la sociedad, porque lo que les interesa e importa es seguir gozando de carta blanca en la lucha a favor de la impunidad.

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